Reflexiones desde un punto de vista personalista comunitario.

Estudié en los manuales jurídicos que una cosa es el Estado y otras los partidos que los gobiernan. La práctica es que el Estado son los partidos cuya intrínseca ley degenerativa es como sigue:

Cuando un libro comienza con la leyenda (que significa lo que debe ser leído, y no lo que parece) A modo de prólogo se me acaban las pocas o muchas ganas que en ese momento tuviera de entregarme a su lectura. En primer lugar, porque ignoro en qué pueda consistir ese a modo de prólogo a diferencia de otros posibles modos de prólogo pues, si tal a modo de prólogo fuera el único modo de prologar, entonces sobrarían todos los demás a modo de prólogo, dado que madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle. En segundo lugar, y aunque no deseo pasarme de profesorcillo jubilado, debo recordar que sí existen varias categorías de modalidad al menos en los juicios estéticos, los cuales no tienen carácter racional, sino que se formulan según el deseo subjetivo, tal y como nos lo recuerda Kant: «La modalidad de los juicios es una función muy especial de los mismos que se caracteriza por no contribuir en nada al contenido del juicio (pues fuera de la cantidad, cualidad y relación, nada queda ya que constituya el contenido del juicio), y referirse tan sólo al valor de la cópula, en relación con el pensar en general. Problemáticos son aquellos juicios en los cuales el afirmar o negar se admite sólo como posible (voluntarios). Asertóricos, cuando son considerados como reales (verdaderos). Apodícticos son aquellos en los cuales se advierten como necesarios»1. Así pues, mientras no nos aclare el autor sobre qué clase de a modo de va a hablarnos, a mí me parece un pedante categórico sin más, un pedante de tomo y lomo.

23. T. O. 2020, Mt 18,15-20

Dile al que te ha ofendido que le has perdonado para que experimente gozoso que Dios ya no lo identifica con su pasado, ni a ti con el tuyo.

Las relaciones humanas profundas, clave de felicidad: hemos sido creados por amor, para vivir en relaciones de amor, no podemos aspirar a más en nuestra vida. El ser humano, sin relaciones de amor y ternura, está muerto. Cortar, impedir las relaciones, es el mayor castigo que podemos sufrir, va contra natura (Covid 19). Estamos enfermos por falta de relaciones humanas gratificantes (no confundir con ‘me gusta’). Lo sorprendente es que al acercarnos al Antiguo Testamento lo primero que destaca es que Dios toma la iniciativa de establecer con el hombre relaciones directas de amor.

«Eres el auténtico polígrafo, escribes de todo y a todas horas. Admirable. Como sabes, la palabra polígrafo la introdujo Menéndez y Pelayo en la Real Academia. En seguida se le asignó a él mismo. Yo, a veces, me creo un pequeño polígrafo, por lo menos en lo mío, pero me doy cuenta de que no paso de bolígrafo», me dice Amando de Miguel. No sé, pero que él me lea es un buen aliciente para que yo escriba. Lo cierto es que conozco a bastantes escritores menores, que somos la inmensa mayoría, y que a falta de otra cosa recurrimos a la autoedición. Allí es el llanto amargo porque apenas dejamos márgenes por culpa del ansia de embutirlo todo, el encuadernado es grumoso cuando no exfoliable a la primera, el tintado sube y baja, las tapas de las portadas más finas que una loncha de jamonero.

Los homínidos con 780.000 años de antigüedad corresponden a una nueva especie del género homo, que podría representar el último ancestro común de los Neandertales y del homo sapiens sapiens, del cual descendemos los humanos actuales. El de Atapuerca (Burgos) es el homo antecessor cuyos dientes, mandíbulas y cráneos revelan una combinación inédita de rasgos primitivos y modernos. Del homo ergaster surgido hace dos millones de años en el sur de África, y que emigró a Europa hace uno, emergió en la larga marcha de la hominización este nuevo antecesor, antecedido él mismo por otros más tempraneros. Aseguran los paleontólogos que las especies evolucionan, aunque sea lentamente, y contemplado el comportamiento de la más metamorfoseada de todas ellas, la humana, por mucho que haya mutado su capacidad cerebral y por muy sofisticados que sean los frutos de su alta tecnología, su conducta a gran escala se asemeja todavía demasiado a las de aquellos dinosaurios (lagartos terribles): los rinocéfalos (‘cabezas hocicudas’), los arcosaurios (‘reptiles dominantes’), y dentro de ellos el de los dinosaurios (‘reptiles terribles’), los coelusaurios (‘lagartos huecos’), los tiranosaurios (‘lagartos amos’), carnosaurios (‘lagartos carnívoros’), brontosaurios (‘lagartos del trueno’) y los estegosaurios (‘lagartos con tejado’). Pues bien, el orgulloso sapiens-sapiens del año 2.000 d.C. dista mucho de haber llegado aún a donde iba, y en él se observan comportamientos reptilianos. ¿Eres tú un reptil?

A mí el dedo índice me sirve, dada mi inhabilidad para todo lo manual, sólo para indicar, hoy ya más que para vindicar y reivindicar, de donde deduzco que está para causas menores. No sé si será por la propia edad o por la edad de los demás, ya que uno tiene siempre al mismo tiempo que la propia la ajena, pero, sea por los motivos que fueren, los demás tienen a estas alturas tantas necrosis, que no olvido aquello que me dijo el profesor Aranguren, quien con una breve frase sugería habitualmente mucho: «Cuando comienzan las artrosis terminan las ganas de luchar». Y, siendo así que a los veintiún años la rótula comienza a calcificarse, entonces quedan ochenta años para anquilosarse y no mover las posaderas, una vez resecas también las meninges por aquello de la unidad psicosomática: mente adolescente en cuerpo senil.

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