Reflexiones desde un punto de vista personalista comunitario.

El traje nuevo del emperador, también conocido como El rey desnudo, es una fábula o apólogo del danés Hans Christian Andersen publicada en 1837. Según ella, el rey, comedido en todo excepto en su desmesurada preocupación por su vestuario, oyó un día a los sastres cortesanos Guido y Luigi Farabutto decir que podían fabricar la tela más suave y delicada que cupiera imaginar, pero invisible para cualquier estúpido o incapaz para su cargo. El rey picó y contrató a los pícaros modistos, que mientras tanto iban quedándose con los ricos materiales que solicitaban para tal fin. Algo nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda tan misteriosamente elaborada o no, el rey envió de avanzadilla a dos hombres de confianza para cerciorarse, ninguno de los cuales podía ver la inexistente prenda, a pesar de lo cual comenzaron a alabarla. La voz se corrió y toda la ciudad deseaba comprobar cuán estúpido era su vecino. Los estafadores hicieron como que le ayudaban a ponerse la inexistente prenda, y el rey desfiló con ella, sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla. Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosa de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo: ¡Pero si va desnudo! Entonces la muchedumbre empezó a cuchichear hasta que terminó gritando que, en efecto, el rey iba desnudo. El rey lo oyó y comprendió el engaño a que había sido sometido, pero aguantó con gran sonrojo y terminó el desfile. Otros relatos como La Tela Invisible, o El retablo de las maravillas vienen a decir lo mismo.

Corpus 2021

¡Ven, como el pan, tenemos hambre de justicia, igualdad, solidaridad, fraternidad, comunión, amor!

Sigue habiendo víctimas consecuencia lógica de enfrentamientos. Ahora, en Cristo la víctima es la expresión de un Amor inexpresable que se ofrece para evitar todas las víctimas, liberar a todos del miedo y unirnos en la celebración del compromiso existencial por una vida y un mundo más humano: Eucaristía.

Trinidad 2021 B Mt 28,16-20

El misterio del mundo y del hombre se “explicitan” en el misterio del Dios cristiano. Nos sentimos unidos a nuestra fuente y origen.

Dejamos un hueco a Dios Padre, amoroso, creador. Afirmamos que el hombre es un misterio para sí mismo desde el momento en que tomamos conciencia de la evolución que nos ha precedido hasta llegar a ser lo que somos: polvo de estrellas. Quien ideó todo esto, lo hizo con creatividad desbordante. ¿Qué es lo que llevó a poner en marcha un salto evolutivo tan asombroso, con tanta inteligencia, sensibilidad y creatividad, con infinito amor, para llegar a ser lo que somos? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La ciencia nos muestra que la vida fue haciéndose cada vez más compleja, biodiversa, preciosa y emocionante. La fe nos dice que Dios siguió enviando su Espíritu y renovando la faz de la tierra. Y hace apenas ocho millones de años, antes de que esta historia pudiera ser contada, descubrimos los primeros homínidos sobre la Tierra: los primeros seres que, además de capacidad de ternura y afecto, empiezan a ser conscientes; los primeros seres que levantan sus ojos al cielo y descubren la capacidad de admiración (Cf. J. Izaguirre).

No soy amante de las corridas de toros, pero si lo fuera nunca las vería desde la barrera. El divino marqués de Bradomín, “aquel admirable Don Juan feo, católico y sentimental”, no está de moda. La gran frase largamente premeditada estalló envuelta en estrepitosa salva de aplausos entre los de la alfombra roja, aplausívoros resignados dioses menores si el Óscar es de reparto. La biografía de Javier Krahe intitulada Ni feo, ni católico, ni sentimental. Lo primero que hizo el director español de cine Trueba al recoger la estatuilla de su Óscar en Hollywood fue: “Yo no creo en Dios, sólo creo en Willy Wilder”.

Esta mañana me desperté súbitamente, con los ojos muy abiertos y con una profunda y exuberante sensación de libertad. Despertarme y levantarme aconteció al unísono, no cabía espera alguna, toda mi existencia estaba envuelta en el propio acontecimiento y ese acontecimiento era el de una presencia, la presencia de mi Amigo. Pero antes de seguir contándole mi experiencia, querido lector, quiero preguntarle si alguna vez ha experimentado algo semejante; “que no, me responde; pero que si tiene muchos amigos”. Bueno, eso mismo pensaba yo con anterioridad, lo que me hizo reflexionar.

Pluralia tantum: la locura se dice en singular pero sólo tiene plural. La locura son las locuras de quienes la padecen. Todas y cada una de ellas participan de la pérdida de sentido de la realidad.

La locura no es la pérdida del sentido común, porque el sentido común, como dijeran Pascal, o Gracián, es el menos común de los sentidos, lisa y llanamente no existe, hay en el sentido común menos comunidad de sentido que diferencias. No hay sentido común (qué ridícula me suena hoy la “filosofía del sentido común” de Jaime Balmes), cada cual tiene el suyo, que es diferente al de los demás. No hay dos existencias iguales aunque se trate de gemelos univitelinos.

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