Artículos

¿Me quieres? - Francisco Cano

3 Pascua 2022 C Jn 21,1-19

Se puede volver a empezar. Comencemos de nuevo desde la conversión que nace del encuentro con la misericordia entrañable: Dios se hace mendigo de tu amor. La pregunta es cómo se puede comenzar de nuevo después de haber caído tan bajo como Pedro. Pedro tiene un derrumbe con las negaciones, pero ahora se encuentra abrazado por Jesús, y de nuevo Pedro recupera la misión.

Nuestras vidas pasan por situaciones de crisis, traiciones, caídas que nos muestran hasta dónde podemos llegar. Todos somos Pedro. Nos podemos encontrar como él, con una relación sincera, pero no madura. Seamos concretos y claros. ¿Qué estamos experimentado en nuestras vidas y en las vidas de tantos? Que han y hemos tenido una trayectoria en nuestra vida en la que hemos quedados seducidos por Jesús, por su libertad, por la atracción que nos ha producido, por la paz que nos ha trasmitido, por un responder generoso que está dispuesto a todo, y hemos llegado a decir como Pedro: “aunque todos te abandonen, yo nunca de abandonaré”. Sí, Pedro es un buen hombre, seguro de sí mismo, entusiasta, su relación con Jesús es sincera, pero fruto de una relación no madura.

Tenemos muchos “calentones”, esos encuentros emotivos, que parece que estamos convertidos…, esas experiencias de grupos y actividades pastorales que fomentan “calentones” pero que no han pasado por la prueba, el sufrimiento y la muerte. Por esto hay que pasar, pero cuando llega, como Pedro, no lo queremos. Porque cuando todo se hunde bajo los pies, cuando la desilusión llega por falta de resultados eficaces, cuando el fracaso llama a la puerta, ¿qué hacemos? ¿Qué estamos viendo que sucede? Que cerramos los ojos, negamos lo anterior y abandonamos al Señor.

Algunos son honrados y lo hacen siendo sinceros consigo mismos, otros ponen disculpas muy razonables y espirituales: puedo seguir a Jesús de otra manera. Pero nos preguntamos, ¿cuál es esa otra manera?

El Resucitado pregunta a Pedro si lo quiere más que nadie. El matiz temporal “después de comer” sirve de transición al encuentro de Jesús Resucitado con Pedro. A las tres preguntas de Jesús que responden a las tres negaciones en casa de Caifás, Pedro sólo se atreve a decir que lo quiere.

Las opciones fundadas sólo en lo afectivo se ponen de manifiesto. El evangelio de Juan pone cara a cara a Jesús con Pedro. Se miran a los ojos y surgen tres preguntas: en las dos primeras le pregunta a Pedro si lo ama. El amor de la entrega/agapé, de la renuncia de la madurez. Pedro sólo se atreve a decirle que le quiere, que le cae bien, que le es simpático. El amor/filia de las atracciones, de los “quereres”. En la tercera pregunta Jesús ya no insiste más. Ahora le pregunta si le quiere, y Pedro le responde: “Tú lo sabes todo, sabes que te quiero”´.

Reflexionamos ante estos signos, hechos, palabras, que nos muestran que la humanidad del Resucitado se vuelve a poner en evidencia mostrándose más humano que antes de morir: su relación inmediata y acogedora con las mujeres, su búsqueda de los que van desalentados y se alejan (Emaús), su insistencia en darse a conocer en los momentos de las comidas, precisamente “al partir el pan”, Pedro recuerda al Resucitado cuando “ha comido y bebido con Él”, el Resucitado que lo primero que desea es la paz, que al ser visto produce inmensa alegría, que no reprocha nada y que pregunta a Pedro si lo quiere más que nadie. Todo esto nos muestra la manifestación de la humanidad de Dios. Jesús tuvo que ser “tan divino”, para poder ser “tan humano”. En una palabra: la humanidad del Resucitado se pone de manifiesto en evidencia.

Ahora que Pedro ha dado el paso a la humildad y que toma conciencia de que ya no es él el que lleva las riendas de su vida, sino que las lleva Jesús, tenemos a Pedro convertido: “Simón, Simón, mira que satanás os ha reclamado para zarandearos como al trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no caiga; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”. Hay posibilidad de comenzar de nuevo: “Sígueme”. Las tres negaciones de Pedro están olvidadas, pero la condición necesaria para ejercer un puesto destacado en la comunidad exige una condición absoluta: el amor sin condiciones.

Una opción tan seria y de tan serias consecuencias, necesitaba un ambiente, un clima humano: el clima del que viene (Jesús) a ayudar a uno que lo ha renegado, con la extrema delicadeza de una comida preparada y servida por el mismo Jesús. La lección es clara, así tenemos que actuar en nuestra relación con los demás: acoger. Acoger no es escoger, seamos humanos con todos y en todas las circunstancias.

En la vida de Jesús se manifiesta una primera etapa en Galilea, una etapa de signos, de misión, de anuncio, de curaciones, pero en la parte última de su vida tiene que aceptar el fracaso, el sufrimiento y la muerte, para que en el abandono al Padre, dar fruto.

“La misión cristiana ha de recorrer las dos fases: la de los signos de eficacia salvadora (Galilea) y la de la entrega sacrificada sin eficacia aparente (Jerusalén)” (J.Garrrido).

Share on Myspace