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Ras-putín incensado – Carlos Díaz

Que el señor Maduro diga “Putin está siendo el gran líder de la humanidad” no me sorprende. Un gran líder de la humanidad alaba a otro gran líder de la humanidad. Cada vez hay mayor cantidad de líderes de la humanidad. Hay más jefes indios que caballos. El problema es que, de entrada, no se sabe bien si hay humanidad y en qué consista, y menos aún si falta humanidad en la humanidad, bucle que nos llevaría demasiado lejos. Tendríamos que entrar en una hermenéutica muy compleja sobre si es la humanidad un qué o un quién, o sea, sobre qué o quién es el ser humano, y luego afinar sobre si la humanidad está llena de gentes-qué, o de personas-quién

Al final siempre desembocaríamos en la misma pregunta que ya se encuentra en el sapiencial libro del Qohelet: por qué a los buenos les va mal y a los malos les va bien, pero a su vez eso es demasiado complicado cuando no se sabe qué es el bien, qué es el mal, ni cuáles sus respectivos partidarios. Se cuenta que al entrar Víctor Hugo en la corte, el macero de la dorada puerta, que ya había agotado todos los ditirambos elogiosos para cada una de las personas ilustres que habían ido llegando hasta entonces a la Corte y que -no sabiendo el ilsutre portero qué decir de Víctor Hugo, que llegaba el último a la cita, tuvo la más ingeniosa ocurrencia pensable: mientras golpeaba su maza en el suelo -como el caballo Hans el Magino con sus cascos para adivinar raíces cúbicas- enfatizó: “Víctor Hugo, la humanidad”. Si viviera, Putin habría hecho turiferario y bacinero de honor a este hombre de la maza (el rey de bastos), despidiendo inmediatamente a su guardaespaldas de discoteca.

También al filósofo Kant le reconcomía esa misma pregunta que formuló el Qohelet, así que, harto ya de no encontrar en su potente magín respuesta adecuada para la cuestión, resolvió que Dios lo arreglaría en la vida futuro, donde los buenos serían premiados y los malos castigados.

Sin embargo, ¿qué Dios? El Dios de los ortodoxos sería demasiado heterodoxo a los ojos de Kant, pues todo el mundo conoce la frase del sumo popífique: “Que Dios nos preserve de que la situación actual en Ucrania lleve al triunfo de las fuerzas del mal”. Las fuerzas del mal” son para este cabrón los ciudadanos ucranianos que se resisten al avance del Ejército ruso; lo son también los demoníacos países que les dan algún apoyo y no se someten a sus cantos. Estos popes, ¿de qué van? Creyendo dar culto al Espíritu, lo dan al César. Quien denuncia esa conspiración de “las fuerzas del mal contra la unidad rusa” se llama Kirill y es Patriarca de la Iglesia ortodoxa. El mismo que ungió a Vladímir Putin como “un milagro de Dios” frente a quienes amenazan con “destruir la unidad de Rusia”. Ganas dan de atacar al Cirilo este, pero si azuzamos contra él las fuerzas de la OTAN e incensamos por contrapartida al tal Biden, haríamos un mal negocio.

Los altos comisionados europeos que comparten sabrosos negocios con Ras-Putín no van a desenganchar el tubo respiratorio del gas que comparten con él, porque son dueños del mismo negocio. Gas letal.

Y mientras tanto me gustaría saber qué está haciendo la Iglesia católica en Rusia. En mi opinión, no les vendría mal una estancia larga en la cárcel por defender a los débiles, a los invadidos, a los niños bombardeados. ¿Para cuándo, de lo contario, el “descendió a los infiernos”?

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