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El tacaño lo es vivo o muerto. Ni vivir ni morir sabe – Francisco Cano

3. Adv 2021 Lc 3,10-18

Hay que cambiar: no se puede seguir así. ¿Qué hacer?

Hacer ver que creer en Dios tiene que ver con la vida y con el comportamiento hacia el otro. ¿Qué podemos hacer? “El que tenga dos túnicas, que dé una al que no la tiene”.

Discursos sobre la pobreza nos sobran. Estudios y publicaciones, estadísticas tras las cuales se oculta el sufrimiento de personas concretas. No nos hacen sentirnos responsables; es la administración pública la que ha de ocuparse de esos problemas. El Evangelio es muy concreto y muy claro: “El que tenga dos túnicas que reparta con el que no tiene; y el que tenga comida que haga lo mismo”. Y se acabaron los discursos. Amor y justicia, caridad y comunión en el compartir, son las dos caras de una misma moneda; para que exista una tiene que estar la otra. Juan el Bautista no era filósofo, ni economista, ni un ideólogo político; pero dio de lleno en la diana. Sí, fue un gran teólogo, porque nos mostró a Dios en su vertiente humana.

Escuchamos: “un tercio de la humanidad vive en la miseria”, y nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas, y los frigoríficos llenos de alimentos. Esto es desagradable escucharlo, pero es la verdad. Y no sólo esto, tiramos mucha comida, tiramos toneladas de comida. Estas Navidades lo volveremos a constatar, mientras vemos cómo en los contenedores hay quien la busca para poder sobrevivir. Esta es la verdad. Si queremos ver.

El evangelio sigue siendo hasta muy sencillo y simple. Nada de ritos sagrados, ni normas, ni preceptos, ni ideologías populistas que se sirven de los pobres para dejarlos en situación peor de la que estaban.

Muchos preocupados por cumplir los deberes religiosos: hay que ir a la “misa del gallo” -los que vayan- y luego sigue la gran cena de navidad, lo contrario en nuestras vidas de lo que hemos celebrado. Sí, estamos llamados a celebrar la gran cena de la fraternidad, y a reavivar lo que está ya en nuestro corazón: queremos una vida más digna para todos, más justa, más fraterna, “un niño nos ha nacido un hijo se nos ha entregado”. No dice: “os he dado un discurso sobre los pobres”, sino” un hijo se nos ha entregado”. Jesús no sale a la calle con pancartas, no hace declaraciones contra el poder político, militar…, dice sólo: “cambiar vuestros corazones”.

Sí, abrimos nuestro corazón a Dios, mirando con atención a los que sufren, y lo hacemos con sencillez, con una fórmula extraordinaria por su sencillez y brevedad: “El que tenga dos túnicas que reparta con el que no tiene y el que tenga comida haga lo mismo”. Y ya está. No hay más que hacer, así se responde a la pregunta que hacen a Juan el Bautista: “¿Qué debemos hacer?”.

Nosotros queremos atrevernos a compartir. Y ante el conocimiento de las injusticias, miserias y abusos que se cometen diariamente, na en nosotros la solidaridad con tantos hombres, mujeres y niños. Esto ha creado en nosotros la necesidad de organizarnos y crear la Asociación Asís que vive para responder a la pregunta concreta: ¿qué debemos hacer? Construir comunidades solidarias, fraternas, servidoras, acogedoras. Hay muchas sumas de “yo”, un yo+yo+yo, pero no crean comunidad, “un nosotros”. Una sociedad en la que el centro es el egoísmo, el consumo, la diversión, el culto al cuerpo y al sexo, no tiene ni presente, ni futuro. Paseando por el paseo marítimo de Fuengirola en menos de 300 metros conté 54 perros y ningún niño… Que nadie piense que estamos contra los animales, a los que hay que cuidar, somos seguidores de san Francisco y amamos la naturaleza, y al lobo lo llamamos “hermano lobo”. Pero no es de recibo que a los perros los tratemos como personas y a las personas como perros.

Sé que no es fácil escuchar estas palabras sin sentir cierto malestar, es mejor callar, se necesita valor para acogerlas, se necesita tiempo para dejarnos interpelar. Son palabras que hacen sufrir. Y aquí termina nuestra falsa “buena voluntad”.

Aquí se revela la verdad de nuestra solidaridad y desaparece el sentimentalismo religioso. ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir lo que tenemos con los que lo necesitan. Es todo muy sencillo: ¿Te atreves a compartir lo tuyo con los necesitados? ¿Por qué están muriendo tantas asociaciones, de iniciativa social, ya sean culturales, sociales, políticas, y hasta religiosas?

Dejemos de culpar y de creer que nuestra sociedad será más justa cuando cambien los demás y cuando se transformen las estructuras sociales y políticas que nos impiden ser más humanos. Empecemos por lo que está a nuestro alcance, por compartir lo que somos y tenemos con quien no tiene. Las Bienaventuranzas están ahí, no como un decálogo, sino como el camino de felicidad y plenitud. No busquemos milagros: “dadles vosotros de comer”. Este es el milagro.

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