Artículos

El exrey de Expaña. Para Alberto Revuelta - Carlos Díaz

Carlos IV, Isabel II y Alfonso XIII murieron lejos de sus súbditos, y la misma suerte (para los españoles) correrá Juan Carlos I de Borbón y Borbón. ¿No es esto una evidencia de que los españoles no quieren la monarquía real, la de sus monarcas, aunque tengan una idea más o menos romántica de la misma? Los escándalos arrasan en todas las monarquías, a pesar de la superioridad de su sangre azul, y como botón de muestra véase la monarquía de princesas, hadas y princesos de Inglaterra, cuya augusta capa todo lo tapa. ¿Por qué esos regímenes sin ejemplaridad y sin ser elegidos por los pueblos siguen ahí por los siglos de los siglos? Sencillamente: porque los gobernantes, apenas llegados al poder, se creen también ellos mismos la monarquía misma. Y por eso recurren a lo que sea para no irse: entre ellos se produce una mentalidad hegemónica e intermonárquica caiga quien caiga.

Que ocurra lo mismo o cosa muy parecida en cualquier otra forma de gobierno, también en el republicano, y no digamos nada en el populista, en el caudillismo, o en la dictadura, es siempre más de lo mismo. Cuando don Francisco repuso la monarquía no sufrió ningún quebranto moral, pues sentía con ese instinto de viejo zorro gallego (y perdón para los gallegos) sucederse a sí mismo. Monarquía: poder único, nos avisaba Platón.

Por eso la alternativa al poder es la anarquía, pero también en el anarquismo abundan las ovejas negras por creerse ovejas blancas, dicho sea todo ello a pesar de mi condición de anarquista: pechar con ello es reconocer la verdad más elemental. Nada, pues, de oportunismo. Mas, si las cosas son como son, ¿pueden o podrán llegar a ser algún día de otra manera? Seguramente no, pero mientras tanto que se vaya la monarquía. Y con ella los plebeyos que la defienden, cuyo ejemplo máximo es la republicana Letizia, ahora temerosa de que su amada hija no corone su testa real con un ridículo perifollo coronario parecido a un orinal. Que se vaya la atea Letizia, ahora fiel abrazadora de Santiago Apóstol por derecho de consorte. Que se vayan con la marcha real a otra parte, y que llueva con el Himno de Riego, que se abran más pantanos, ya sin la memoria de Paco el Rana. Que no nos hagan más transfusiones con la sangre azul, cuyo Rh es incompatible con la sangre roja, que no roja y gualda. Estamos hastiados de vuestro postureo y de vuestra hipocresía, majestades, váyase señor González, váyase ciudadano Felipe VI, el paro también está para ayudar a los monarcas decaídos, por cristiana caridad incluso me ofrezco a abrir una suscripción popular para que no mueran de hambre, al estilo de la Lola Flores, que pidió a los españoles una peseta por barba para pagar sus deudas, al fin y al cabo, como se nos repite hasta la náusea, todos y todas somos iguales ante la ley. No hace falta irse de acampada a Santo Domingo, pobre santo Domingo, con los crápulas más sanguinarios y explotadores, para llorar bucólicamente como Salicio y Nemoroso, tenemos un bonito Inserso para inserir a nuestros bondadosos exmonarcas.

¿Es crueldad desear esto para sus regias majestades? ¿Qué crueldad podría existir en llevar a unos pacientes soberanos convertidos en pueblo, acaso no radica la soberanía en el pueblo? ¿No son los soberanísimos buenos como cualesquiera otros españolitos para la Seguridad Social, que es la mejor del mundo mientras no vengan pandemias? ¿Acaso la recepción del salario mínimo alteraría a Sus Altezas Reales Serenísimas en compensación por los suntuosos gastos de su antigua Casa Real? Si no somos capaces de aceptar estas mínima moralia es que no creemos que los reyes y reyas sean como cualquier otro plebeyo o plebeya. He aquí la madre del cordero: quienes no son capaces de una metafísica de la igualdad son los que sostienen la desigualdad monárquica, por muy plebeyos que sean. Todo lo cual viene a sintetizar lo que de siempre se ha llamado pensamiento reaccionario.

Por todo ello, en fin, me complace reproducir al efecto estas palabras: «Los que lo hicieron inviolable personal y como rey, han mirado para otro lado apresurándose a decir que todos somos iguales ante la ley. Tururú. Orí que te vi. Primero, no se vaya majestad. Enfréntese a un juicio con pruebas documentales y testificales, con fiscales y magistrados, sentado en un banquillo como Junqueras y los Jordis. Que su abogado llame a declarar a los presidentes del gobierno, vivos, de los últimos años y que cuenten por qué no hicieron lo que debían haber hecho teniendo obligación de hacerlo. Y que el abogado de su majestad pida al presidente de la sala de justicia que deduzca testimonio y lo envíe al ministerio fiscal por si hubiera delito de encubrimiento, de obstrucción a la justicia o de befa al pueblo español, en quien reside la soberanía.

»Y por ese orden que vaya llamando a declarar a los jefes de la Casa Real, del Cuarto Militar, a los jefes de las escoltas, a los banqueros y empresarios que han fomentado los regalos, los escondites, y demás triquiñuelas de variado contenido.

»Y con todos los respetos habidos y por haber, como ciudadana igual a los demás ciudadanos, a la reina doña Sofia, para que aclare desde cuándo sabían en la Real Casa lo que estaba pasando y por qué callaron y dejaron correr las Bahamas, Suiza, los apartamentos y las demás historias que circulan por los medios que han ocultado todo a todos durante todo lo que han podido.

»Y que cite a testificar a los responsables del ABC, de El País, de El Mundo, de El Español, de La Razón, et sic de ceteris para que con la cara dura de la libertad de información a las espaldas expliquen ante sus señorías por qué se han hecho cómplices por silencio omisivo y obsequioso de esta situación que ha llevado a un rey de ochenta y cuatro años a dejar su casa y su país porque aquí somos todos iguales ante la ley.

»Y, por supuesto, que siendo iguales todos ante la ley, se cite respetuosamente al actual rey que, casualmente, es hijo legítimo del que se va, para que explique coram populo et coram hominibus lo que ha ocurrido, lo que ocurre y lo que piensa que va a ocurrir y quiere evitar que ocurra»1.

Y hasta aquí hemos llegado. A ver si es verdad que la verdad es la verdad aunque la digan Agamenón o su porquero.

1 Revuelta, A: El rey se va, el rey se queda. In Atrio, 04 de agosto del 2020.