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El negocio de nuestra vida - Francisco Cano

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo… el que lo encuentra, vende todo lo que tiene y compra el campo».

Lo más importante que debemos buscar, el tesoro, es la sabiduría, porque es más importante que las riquezas. Por este tesoro lo dejo todo. Saber discernir para escoger lo que más conviene al desarrollo personal y al de los demás, de forma que seamos referencia para el crecimiento personal, es ser sabios. Esa sabiduría se la pidió Salomón al Señor (1Re 3,5.7-12): «un corazón sabio e inteligente». La sabiduría la necesitamos para poder vivir con profundidad y gozo la existencia. Para poder elegir y dejar lo que ya tenemos, necesitamos la experiencia de haber encontrado el tesoro más importante en nuestra vida, y éste es el encuentro con la Persona de Jesucristo: experiencia de Tabor, que pasa por el Triduo Pascual, para ser testigo de las Bienaventuranzas. Este encuentro cambia la vida, marca un antes y un después; de aquí nace la radicalidad y la decisión que son fundamentales en el seguidor de Jesús. Sin experiencia personal y profunda de haber encontrado el Reino de Dios, nuestra vida –dice Jesús– se pierde por querer ganarla, y termina en fracaso. ¿Qué es lo que de verdad te importa? ¿Qué estás dispuesto a vender para conseguirlo? «Vende todo lo que tienes y compra el campo». Esto es fácil saberlo: ¿dónde tienes puesto tu corazón? Jesús nos dice que lo fundamental es «buscar el Reino de Dios y su justicia».

Estos meses nos han cambiado rápidamente la vida para bien o para mal, nadie ha quedado al margen. Han sido y están siendo un tiempo de purificación. El silencio de Dios nos remite al silencio de Jesús de Nazaret, a un Sábado Santo, un día existencial ubicado entre el drama del Viernes Santo y la descolocante sorpresa del Domingo de Resurrección.

Los creyentes nos hemos organizado creando mediaciones nuevas para compartir la fe, para celebrar desde la virtualidad: presencia a través del mundo digital. Esta experiencia nos ha llevado a una reflexión orada y compartida sobre lo fundamental: plantearnos de forma radical nuestra forma de vivir. Es como una nueva etapa fundacional. La Iglesia institucional ha entrado en la cotidianidad de la vida familiar, aumentando la conciencia de realidad doméstica.

¿Qué es volver a lo esencial? Pasar de estar encerrados en nuestras casas a descubrir que ahí en la casa es donde Dios quiere que descubramos la importancia que tiene para la vida de fe esta mediación del oikos: salida a las plazas a anunciar que Cristo Vive. Para Jesús el oikos fue un lugar privilegiado de su misión, no fue el templo, sino las casas y la calle. «Donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Haber descubierto que es la casa el lugar privilegiado para vivir, celebrar, compartir, acoger, comunicar la vida, la fe, el amor y la misión es lo que pide una evangelización renovada. ‘Lo de siempre’ ya hemos visto que no responde a los nuevos tiempos.

Se ha constatado que no sabemos orar solos, que no vivimos que el templo de Dios somos cada uno de nosotros y que no hay que ir a la parroquia para rezar. Muchos no viven lo más característico del sacramento del matrimonio: ser iglesia doméstica, cuyo protagonismo es laical y no clerical, abierto a la sinodalidad (caminar juntos). Otros matrimonios han redescubierto su vocación de construir Iglesia desde la iglesia doméstica. ¿Esta es una nueva forma de vivir la Iglesia? Creo que, más bien, es volver a los orígenes de los primeros siglos del cristianismo, cuando no existían ni parroquias, ni lugares de culto público, ni basílicas, ni santuarios, ni lugares de peregrinación, ni diócesis, pero sí una eclesiología de comunión, de solidaridad, de evangelización y testimonio desde la debilidad y pobreza de medios, y, sin embargo, fue una época gloriosa en la Iglesia. No existía una sociedad cristiana, ni la sociedad de cristiandad que algunos hoy añoran. En el Concilio Vaticano II (LG 11) encontramos la referencia a la ‘Iglesia doméstica’. Al hablar del sacramento del matrimonio dice: «En esta especie de Iglesia doméstica los padres deben ser para su hijos los primeros predicadores de la fe mediante la palabra y el ejemplo y fomentar la vocación propia de cada uno…», y el Papa Francisco en AL 67 insiste: «Los esposos son consagrados y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una iglesia doméstica, de manera que la Iglesia, para comprender plenamente su misterio, mira a la familia cristiana, que lo manifiesta de modo genuino». Dice que la Iglesia mira a la familia cristiana «para comprender su misterio». ¿Sólo palabras?

¿Se trata de clericalizar a la familia? Todo lo contrario, se trata de situar, en su justo sitio, el matrimonio cristiano y su protagonismo en la Iglesia, este es un camino para que el clero se sitúe también en el suyo. Mientras el matrimonio cristiano no ocupe su puesto en la Iglesia y en la sociedad, la Iglesia no puede cumplir su misión. Entonces, y sólo entonces, el clericalismo será cosa del pasado.

El laico debe ejercer su función sacerdotal. Los clérigos deben contemplar la familia como modelo de Iglesia, para comprender plenamente su misterio. Las parroquias sólo tendrán sentido si recuperan el ser ámbito de celebración y evangelización en la medida que la formen pequeñas iglesias domésticas, comunidades vivas de fe, de amor y misión en las que se comunique y testimonie la fe, de modo que se anticipe y disfrute la utopía de unidad y comunión en términos de fraternidad y libertad.

La crisis actual puede ser transformada en una oportunidad para no volver a lo de siempre y mantener estructuras caducas que no sirven al hombre de hoy en este mundo paganizado; una oportunidad para encontrarse con el tesoro de la fe, que deja atrás los ídolos que mandan en esta cultura individualista, hedonista y consumista, y que presenta testigos vivos del evangelio; una oportunidad para ser personas y comunidades solidarias, servidoras y comunicadoras de los bienes materiales al servicio de los más pobres, sin hacer del altruismo una ideología, por tener su centralidad en la espiritualidad y el cultivo de la interioridad. Esta Iglesia está surgiendo y esta Iglesia sí es creíble, si la forman hombres y mujeres sabios que hayan sabido discernir y escoger el tesoro. El tesoro es Jesús, donde ponen su corazón. El discernimiento es claro: hay tesoros que nos quitan la vida y se la quitan a otros. Escoge. Es una aventura de amor apasionado.