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Bienvenidos, queridos anticuerpos - José Alonso Morales

Casi dos meses de lucha titánica contra el maldito virus corona, esperando no solamente vencerlo, sino que el organismo creara los deseados anticuerpos que inmunizan contra ese mal bicho. Hoy puedo decir que ha llegado ese momento tan deseado, tan esperado, que la esperanza que nunca me faltó, se haya hecho realidad para vivirla plenamente. Gracias, anticuerpos.

Han sido tiempos convulsos, donde siempre ha estado la incertidumbre, la soledad, el aislamiento, el no saber cómo reaccionará este mal compañero de viaje. Persona como soy, según dicen los técnicos, de alto riesgo, piensas lo peor, lo peor casi lo percibes en lo profundo de la soledad, en lo profundo del aislamiento. Y ante esa realidad, se agolpan en la cabeza una serie de preguntas a las cuales no tienes una respuesta satisfactoria o al menos consoladora.

Después de tantos devaneos, pude ver una respuesta que satisfizo mis inquietudes. Al final del camino, en la otra orilla, me estaría esperando el Buen Dios, el que no abandona, el que se ha hecho Amor por todas las personas del mundo. Desde esa realidad sentí nuevas fuerzas, fuerzas renovadas que me ayudaron a llevar la cruz con más tranquilidad y sosiego. La cruz se hizo más llevadera.

En este pequeño calvario, la cruz me ha resultado más ligera de llevar porque me ayudó a soportarla un bondadoso y querido cirineo, mi esposa, que puso todo su empeño, su trabajo, su esfuerzo y también su esperanza para que entre los dos fuese más llevadera.

Ha sido un mal sueño en estos momentos históricos que nos está tocando vivir, poco previsibles en un pretérito cercano. Muy próximos a la desesperación, al desconsuelo y al agotamiento. Confinados no solo en el hospital, sino en casa a lo largo de tanto tiempo, nos ha dado lugar a pensar en cuando y por qué está sucediendo esta crisis ocasionada por el maldito virus corona. Poco conscientes del momento que estamos viviendo, pasará a los anales de la historia como un acontecimiento que hizo bajar la cerviz al mundo entero, un mal bicho que no se ha caído de la mesa y se ha matado, como alguien dijo tiempo atrás. Y lo ha hecho cuando el ser humano se creía poseedor y dominador a través de tantos cachivaches informáticos y telemáticos que tenemos al alcance de todos.

No dudo de que todo ello ha producido entre la mayor parte de la población, o casi toda, otro virus no menos importante: el miedo, miedo a poder ser infectado, miedo a las personas, cuando vamos paseando nos apartamos unos de otros como bichos raros, miedo a perder la vida burguesa que nos hemos dado, miedo, en fin, ante tanta impotencia que nos conduce al aburrimiento, al abatimiento, sin saber cómo dar sentido a la vida, un sentido diferente, constructivo pero sobre todo creativo, de esa manera combatir esta pandemia que nos tiene el corazón en un puño.

Este miedo ha quedado superado por el trabajo intenso, vocacional y humano del servicio sanitario en general de nuestro país. Personas entregadas sin descanso, sin horario, con afán de ayudar a curar, de atender en las mejores condiciones a los pacientes, que en muchas ocasiones los tenían en cantidades imposibles de asistir; colapsados los centros hospitalarios, corriendo en muchas ocasiones por los pasillos para poder cuidar  mínimamente a tantos infectados que se agolpaban en las salas de espera de las urgencias. Han sido los héroes de nuestro tiempo.

Pasado este  mal sueño, es  muy difícil  describir tales  situaciones muy concretas y muy especiales, se acaban las palabras, solo queda la vivencia intensamente vivida incapaz de describir en su justa medida todo lo que se ha experimentado.

Una gran lección de la vida, de la que, a pesar de haber sido muy dolorosa, se pueden extraer conclusiones muy positivas cara al futuro. Sobre todo puede ser un renacer a una nueva vida.