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COVID19: La Palabra, en tiempos de la post verdad - Francisco Cano

El confinamiento ha hecho que broten del ser humano las necesidades más básicas: trabajo-pan, casa como derecho fundamental y palabra ante tanta falsedad y mentira.

Se están dando muchas respuestas que deben ser acogidas, ya sea desde el punto de vista intelectual, creyentes o no, que se dedican a la investigación, a la enseñanza, a la publicación, como otras desde el punto de vista de la experiencia religiosa vivida con profundidad. Ambas aportaciones comparten rasgos que les unen, porque ambas quieren aportar, con seriedad, a la vida de la persona orientaciones ante la realidad existencial que estamos viviendo.

Estamos ante la presencia del misterio.

Constatamos que los éxitos de las ciencias y el aturdimiento de las diversiones llevan a muchas personas a convertirse en ciegos y sordos para la luz que presenta el Evangelio.

Fe y razón se necesitan, pero el evangelio se comunica, como dice el apóstol Pablo, no con palabras elocuentes: «ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría» (1Cor 2,4). Pero él sí fue un intelectual de su época y en el Ágora de Atenas, cuna de todos los humanismos posteriores, allí Pablo anunció a Cristo muerto y resucitado.

Hoy, y siempre, los creyentes hemos de presentar la fe sin olvidar la palabra (filosofía), el logos, como una propuesta razonable, para que los seres humanos no olviden la conciencia del misterio y no se cierren a recibir una palabra que les pueda ayudar a vivir con más plenitud. No podemos rechazar la palabra quien adora al Logos, Palabra de Dios encarnada. Sí, estamos convencidos de la fuerza de la palabra, de la razón, de la inteligencia, porque forman parte de la comprensión de Dios que es Amor y que por Amor engendra al Logos. Sin el Logos la fe puede convertirse en magia o en ideología. Nosotros, los creyentes, nunca desconfiamos de la fuerza de la Verdad.

Estos días de confinamiento me están confirmando que en este tiempo de desierto estamos teniendo una experiencia que antes no habíamos tenido, al menos, con la misma intensidad. ¿Cuál es? Que la gente está más receptiva. Ha tomado conciencia de que no le basta sólo el pan. Tiene hambre de algo más profundo: de una palabra que les llegue allí donde tanta palabrería les aturde. Si bien, un estómago hambriento no tiene oídos; pero parece que se busca más el pan que el libro.

No digamos del gozo de los que reciben la palabra como es, Palabra de Dios. Sí, a la crisis de Dios sólo puede responderse con una pasión infinita por Él, de la que no puede desligarse la oración y el amor al prójimo, a los pobres.

El evangelio, para todo aquel que se acerque sin prejuicios, tiene una sabiduría que hace que el hombre saboree y goce, y no con ideas, sino con la relación personal de amor con Aquel que sabemos nos ama, Jesús.

¿Por qué vamos a rechazar la Palabra? El cuarto Evangelio es claro: «Al principio era el Logos». Queremos presentar la Buena Noticia como una propuesta razonable. Hoy la postverdad, la mentira, el rechazo a la Palabra… no permiten al hombre crecer. Nosotros creemos que hemos recibido la Palabra que toca el corazón de todo ser humano, sin ningún tipo de distinción o categoría profesional o intelectual.

La salvación que el hombre busca jamás será un logro humano alcanzable por la inteligencia o la voluntad, y como creemos que el Evangelio no puede separar la propuesta de la Verdad, de la Justicia y la Solidaridad, debemos volver al Evangelio para encontrar que la raíz está en el servicio, en ser servidores de la humanidad, en ser colaboradores con la venida del Reino de Dios a nosotros. Es una tarea ineludible. No se puede ocultar la Verdad, no nos podemos callar ante la injusticia. Por eso queremos presentar que el mundo ha sido creado por Dios, y especialmente el ser humano, el único creado, a su imagen y semejanza, lo que proporciona la confianza necesaria para comprometerse en la tarea de comprender el universo.

La persona de Jesús, con la que nos encontramos en el camino de la vida, es la Palabra hecha carne. Él mismo, al darnos su Palabra, toca el corazón de todo hombre de buena voluntad.

‘Palabra’, Palabra de Dios hecha carne: sólo tú tienes palabras de vida eterna, y ‘palabra’, testimonio fiel a la Palabra de cada seguidor, recibida, como anuncio de la Buena Noticia a los pobres.

Esta palabra llena el corazón del hombre. Este es el contenido de la comunicación.