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COVID19: Los contagiadores de la pandemia intelectual - Carlos Díaz

Ethic es un novísimo e hispano think tank que, si bien suena un poco a Panzer y a Blitzkrieg, aparece a la luz pública como un tanque de pensamiento, un laboratorio de ideas, un gabinete estratégico cuya función es la de iluminar a la opinión pública sobre lo que pasa en el mundo, un sanedrín con luz y taquígrafos donde un grupo de selectos ciudadanos imparten sabios consejos y directrices que posteriormente los partidos políticos y demás poderes fácticos usarán. Son ellos los grandes contagiadores de la pandemia intelectual. Los think tanks se atribuyen la función de crear y fortalecer espacios de diálogo y debate, soliendo legitimar las narrativas de los regímenes de turno, ofreciendo un rol de auditor de los actores públicos y canalizando fondos para movimientos blandos. Lavar las legañas.

Dicha aristocracia del espíritu está relacionada con laboratorios militares, empresas privadas, instituciones académicas, fundaciones con pedigrí y similares, que de ese modo y al mismo tiempo financian sus propios productos. Así funcionan los famosos tanques éticos, copiando el modo de hacer USA. Y desde luego el perímetro intelectual de este nuevo tanque será también el de la cincha de una burra cuyo abdomen comienza en Estados Unidos y se cierra en Bruselas.

En esa plataforma ideal de diálogo de la razón dialógica (que no razón profética) no todos barrerán para su propia casa y para su propia imagen, negocio en el que sí son grandes especialistas, pues dentro de ese olímpico mirador tampoco faltarán gentes con buenas ideas y voluntades, no hay que demonizar. Sea como fuere, no sé en concreto cuáles son los patrocinadores económicos del grupo Ethic pero, a tenor del curriculum de la mesa de sus ilustrados redactores, y de los primeros anuncios con que se están publicitando, muy revolucionarios no han de ser, y sin ánimo ofensivo yo les denominaría derechita económica cobarde, a la cual comienza a mirar ya la derechita intelectual cobarde, todo muy cool. Si la experiencia de la primera guerra mundial no evitó la segunda, tampoco creo que esta revolución intelectual suya vaya a evitar la tercera.

«Somos un grupo de profesionales que creen que la información de calidad es necesaria para provocar cambios», reza su magra carta de presentación, la nuez de su manifiesto. Ahora bien, una propuesta tan ambigua ¿cómo pretendería ser de calidad? ¿Y, por otra parte, cómo una empresa ambigua podría provocar otra cosa que cambios ambiguos? Por lo demás, el mundo está cambiando y moviéndose desde Heráclito, sin necesidad de que este movimiento le dé su empujoncito motórico.

Yo ni siquiera creo que los patrocinadores de esta flor de la canela esperen del grupo Ethic mucho más, pues presentan a sus propios patrocinados como «voces relevantes en la filosofía, el análisis político, la economía y la transparencia que analizan el terreno que ha dejado el COVID-19 y que apuntan cómo reconstruir la sociedad usando como brújula lo marcado en la Agenda 2030». Mucho me temo que en esta agenda no estén marcados los países donde la pandemia del hambre mata cada día y cada noche a la mayoría de la población mundial, y más aún me temo que tampoco su brújula esté imantada hacia el Sur.

Lo que me parece más deportivo es que, a pesar de sus longevas edades, los miembros del tanque aparezcan en la foto de inauguración de la cancha luciendo camisetas muy parecidas a las de un famoso equipo italiano de fútbol cuyo nombre me reservo para no colaborar con tanta publicidad. Pero una duda me corroe: Los abajofirmantes son doce, tal vez por su celo apostólico, pero sólo once de ellos visten la supramentada camiseta, así que ¿será el doce el director oculto de los once que dan la cara, y quién es él, en qué lugar se enamoró de ti?

Además de esto, lo que me entusiasma es el fichaje de su delantero centro, don Fernando Savater, que antes goleaba con sus panfletos contra todo y contra el todo, y que ahora golea desde la pérdida del amor de su vida. De todos modos, Borrell, cuidado con él, no sé cuánto va a durar esta figura en la Iglesia Naciente de Ethic, pues dado su díscolo espíritu, tan refractario a lo común, proclama en el primer instante de juego: «Me molesta esa manía de sacar conclusiones moralizantes. Frases como hemos vivido equivocados, hemos de cambiar nuestra manera de existir, la culpa la tienen los abusos del egoísmo o la falta del respeto a la ecología. No, es una plaga y se acabó». Bueno, maestro, no se ponga usté así, conserve la calma y procure pasar la bola a sus colegas, los exministros de economía, los presidentes ejecutivos, los directores de cosas públicas, los dirigentes de empresas, los expertos en todología, los filósofos reyes. Todos estamos pendientes de su juego, y por supuesto a prodigar nuestros más cálidos aplausos a las ocho en punto de la tarde.