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«Mi único propósito es ese: disfrutar más y quejarme menos» - Carlos Díaz

Aunque se me ha acusado de tener inquina a Fernando Savater, nada hay más falso. Lo peor es que se le ha ensalzado como un nuevo Bakunin, no siendo más que un pequeño burgués, un señorito petimetre, un petit maître. Alla cada cual, pero un hombre que hace tan sólo unos días hacía las siguientes declaraciones no es más que una gallina clueca, un viejito asustado. Hoy, y seguramente para no ocuparme ya nunca más del personaje, sólo deseo mostrar que yo sigo viendo bien, y que muchos tienen que ir al oculista para ver las cosas como son.

Declara, en efecto, Fernando Savater sobre la pandemia vírica lo siguiente: «Frases como hemos vivido equivocados, hemos de cambiar nuestra manera de existir, la culpa la tienen los abusos del egoísmo o la falta del respeto a la ecología son falsas. No, se trata de una plaga y se acabó. Ha habido plagas desde que los seres humanos tienen memoria y habrá muchas más. Esta en concreto tiene una virulencia brutal, pero también tenemos mucho más medios para enfrentarnos a ella y contrarrestarla. Pero no entiendo eso de en seguida empezar a sacar conclusiones como en la Edad Media, de que es un castigo divino. No puede ser que ahora a los castigos divinos se les llame castigos de la naturaleza. Me parece insoportable que los moralistas vayan repitiendo cosas como que ahora nos enteramos de lo importante que son los otros. Es como si hubiera habido que esperar 21 siglos y una plaga para darnos cuenta de que los otros son importantes. Tras esta crisis se van a producir cambios sociales importantes. Todo lo que ocurre, desde las crisis hasta los embotellamientos de los findes de semana, siempre marca un antes y un después.

»Cuando era joven estudié en un colegio de curas —aunque no se me note demasiado— y nos llevaban de ejercicios espirituales. Íbamos a un lugar durante cuatro o cinco días y nos daban charlas y meditaciones. La idea era que eso nos ayudara a cambiar de vida. Esta situación se parece un poco. Estamos oyendo a muchos predicadores laicos que quieren salvarnos y nos quieren hacer mejores. Pero yo no pienso cambiar de vida. De hecho, añoro la que tenía. Creo que deberíamos aprender a disfrutarla como era. Mi único propósito es ese: disfrutar más y quejarme menos. Hay cosas sencillas, elementales, como la ternura de una caricia, una palabra amable, un chiste contado a tiempo, la conversación. Todas esas cosas ahora las vamos a valorar más. Y, por supuesto, los paseos, sean al campo, al borde del mar o con amigos en la ciudad...

»Los desastres naturales no tienen nada de bélico. Nos enfrentamos a algo que no tiene ningún tipo de aprecio o de desprecio por nosotros. Simplemente sigue un proceso de la naturaleza, que es un mecanismo admirable en muchas cosas, pero a la vez implacable. No tiene piedad: destruye y tortura a los seres como ninguna otra cosa. Si tenemos que esperar algo de piedad, es de nuestros semejantes, no de la naturaleza. La vida se hace humana cuando aplicamos la ciencia. Me refiero no solo a las ciencias físicas y la tecnología, sino al conocimiento en general.

»Sobre el confinamiento, hoy estamos obligados a vivir en el interior, y eso no siempre es malo. Podemos vivirlo a nuestro favor. Hay que sacar provecho. Tenemos libros que nunca hemos tenido tiempo para revisar, porque estamos tan ocupados cobrando dinero que se nos olvida leer. Tenemos tiempo para ver esas viejas películas que nos gustaron en su momento. Tenemos esas series de televisión actuales que hay gente a la que tanto le gustan. También hay que rescatar la conversación. Si tenemos la suerte de tener a personas con nosotros en nuestro encierro, podemos conversar con ellas. Muchas veces convivimos con personas a las que apenas saludamos. En nuestras charlas podemos reflexionar sobre lo que es vivir, sobre lo que significa estar juntos, sobre nuestros miedos y alegrías. Cuando uno ha perdido a alguien amado, alguien con quien ha vivido momentos de intimidad, nada se echa tanto de menos como las conversaciones. Aquellos momentos en los que se descubrían pequeños secretos del otro o se hacían bromas. Y es que el humor es la gran complicidad entre los seres humanos. Podemos desarrollar el arte de vivir y no pasarnos el tiempo lamentando lo que no podemos hacer.

»Sobre todo, hay que desarrollar la virtud de la gratitud hacia las personas que son como nosotros y nos ayudan: los médicos, los sanitarios. También hay que dar las gracias a las personas que nos cuidan de otras formas, como los que amasan el pan, los que están en una tienda vendiendo las cosas imprescindibles, los que fabrican todo aquello sin lo cual viviríamos mucho peor o no podríamos vivir. Podemos ser encerrados, pero agradecidos. El propósito tiene que ser quejarse menos y disfrutar más. Por otra parte, cuidémonos y sigamos las instrucciones científicas que nos dan para evitar los males mayores de la pandemia, que pronto pasará. Dentro de poco nos veremos delante del mar»1.

Mira por donde hay que felicitar a don Fernando, porque al parecer se ha vuelto adicto a Blas Pascal, el gran hipocondriaco: «Toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber permanecer en reposo en una habitación. Un hombre que tiene lo suficiente para vivir, si supiese quedarse en casa con placer, no saldría de allí más que para embarcarse o para vivir el asedio de una plaza. Si se compra un grado en el ejército a buen precio es porque resulta insoportable no moverse de la ciudad; y si se busca el rato de los demás y las diversiones de los juegos es porque no sabe permanecer en su propia casa placenteramente».

Pero no, don Fernando, esto es la continuación poco natural de una civilización pensada por piratas y operada por asesinos y saqueadores. Ha bastado un zombi microscópico para que las caretas se cayeran y el carnaval desnudase sus miserias. Un virus ha revelado cuán enfermos estábamos de podredumbre, de desigualdad, de inviabilidad planetaria, y de canallas que proclaman lo que sigue: «Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía en bien de sus nietos y no paralizar el país. Hay que jugarse la vida para mantener a Estados Unidos tal y como es para sus hijos y sus nietos. Creo que hay muchos más abuelos que se sienten como yo. No podemos perder el país. Estamos asistiendo a un colapso económico. Volvamos a trabajar, a vivir, seamos inteligentes. Y los que tenemos más de 70 años, ya nos cuidaremos, pero no sacrifiquéis el país, no lo hagáis, no sacrifiquéis el gran sueño americano»2.

1 Fernando Savater: Declaraciones a El Tiempo. Lima 16/ 05/2020.

2 Dan Patrik, Vicegobernador de Texas: 24 /03/ 2020.