Artículos

La abolición de la autonomía de la razón – Carlos Díaz

Lo que va de ayer a hoy. Ayer, Día de las madres, absolutamente comercial. Todo está tan abarrotado, que en el hotel donde me alojo me ha resultado imposible desayunar, pues habían reservado el comedor para ese evento. Así que el huésped que soy yo no ha podido desayunar en su hotel. De las madres no hace falta añadir que iban vestidas de puro lujo con pésimo gusto estético. Pese a todo, junto a las empalagosas ceremonias-tarta, aquí también se oyó el grito de las madres con hijos desaparecidos. Hay más de cien mil desaparecidos, el 25 por ciento de ellos menores de edad. La gente está comenzando a moverse, al menos una minoría, algo está cambiando, ojalá.

Mientras tanto, Ciudad de México, Jalisco, Guerrero, Tamaulipas son los Estados que alcanzan cotas especialmente insoportables de inseguridad, el primero en el orden de peligrosidad del mundo. En Colima la gente ya no se expone a salir por la noche. El pueblo tiene miedo a una “bala perdida”, y a pesar de todo existe gente muy digna, por ejemplo entre la clase de los periodistas, que están cayendo como chinches. Hay una bala perdida para cada ciudadano.

Mi anfitrión de la universidad Nexum me contó ayer por la tarde algo alucinante. Resulta que compró hace unos años un amplio solar para construir otro centro educativo, como alguna vez te dije, pero dicho lugar fue asaltado y ocupado por cuarenta familias, unas humildes y otras no, a las que por otra parte el narco de la zona cobraba por “defenderles” contra el posible desalojo por parte de la policía. Mi anfitrión desconocía la ley mexicana que permite la ocupación contra el propietario, acción que vale incluso para quienes ocupan la casa en la que uno vive. Así que el bueno de mi anfitrión, que no es un héroe precisamente, le echó valor, y para no hacerte el cuento largo, con mucha suerte, logró que (mordida por delante) la policía lograse desalojar, pactando a su vez la policía misma con el narco de turno protector de los ocupantes. Luego construyó una barda, que hace tres días echó abajo la nueva oleada de hordas ocupas. Va construir una nueva, y aún así no es seguro que no pierda su terreno.

Según las encuestas del diario Reforma, el presidente Andrés Manuel López Obrador está en el 62% de popularidad, aunque no me fio nada de las mismas. Voy a seguir trabajando contra esto, en la medida de mis años y de mi fuerza.

Si eso fue ayer, hoy, en la misma ciudad de Culiacán, antiguo reino del encarcelado Chapo Guzmán, y hoy de sus hijos, un narcotúnel se tragó el dormitorio de una familia, que salvó la vida de milagro. Sin necesidad de drogarse, el túnel cobra vida propia, te succiona y hace desaparecer la casa y sus moradores. Efectos colaterales. Yo duermo casi atado a la cama, no vaya a ser objeto de abducción. La ineficacia cómplice de las autoridades conlleva que las investigaciones sobre las víctimas tengan que hacerlas los pobres familiares de las víctimas.

Me está resultando muy difícil reeducar, especialmente entre los universitarios. Ni comparación con lo que nos ocurría hace treinta años. Cada vez más me pregunto si personas e instituciones podrán salir de esto con los niveles tan bajos de cultura personal y cívica, y con tanto pánico.

En el hotel tengo asignado un límite diario para mi manutención por parte de Nexum, pero sin derecho a alcohol. Hoy -como siempre- he consumido la mitad del límite, incluida una cerveza, pero ésta no entraba. Ahora bien, aunque consumí menos de lo autorizado, la dichosa cervecita no estaba contemplada. Así que casi voy a la cárcel: la norma es la norma. Aquí el empleado tiembla si quebranta una norma, aunque sea un quebranto razonable. Resulta inverosímil el grado de abolición de la autonomía de la razón: el padecimiento básico del pueblo mexicano es la ansiedad, de ahí el miedo, y de ahí el fatalismo contra el cual sólo sirve la fe ciega en la providencia subjetiva de la mentalidad mágica.

Por lo demás, y “por casualidad”, hoy hace aquí 48 grados, dicen que es una oleada de calor. A más calor, más aire acondicionado, más güisqui sobre la roca, y a ser posible desplazarse a la playa más cercana. Quien pueda, claro está, al fin y al cabo la vida solo dura el día de hoy, y mañana el narco dirá.

Acabo de dar mi clase en la Universidad, reflexiono con mis alumnos sobre las posibilidades y los modos de felicidad posibles en este contexto, y se quedan como espantados: pero “¿es que eso está pasando en México, doctor?”. ¿No se habrá equivocado Darwin respecto del progreso humano como resultado de la evolución? Yo, que sigo creyendo en Darwin, espero que su teoría se cumpla, al menos en otras especies, las cuales sobrepasarán ampliamente al actual sapiens requetesapiens, pues no me parece fácil que una especie que ha abolido la autonomía de la razón tenga mucho que decir a ninguna otra, ni a sí misma.

Share on Myspace