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Llamados a ser comunidad inclusiva - Francisco Cano

26. T. O. 2021 Mc 9,37-39

¿En qué mundo vivimos? Parece que quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado. Estamos rodeados de fanatismo, que quiere obligar a los demás a cambiar. Y en este contexto vital se nos presenta este evangelio en el que Jesús rompe todo exclusivismo de grupo, etnia, religión.

La conciencia fanatizada está insensibilizada ante todo lo no que gravita en su propia sentido de imantación. ¿Debemos oponernos a la intolerancia y la exclusión de los que piensan de otra manera dentro del seguimiento de Jesús? No.

Nos importa el hombre, la humanidad y todos aquellos que buscan su bien, no importa ni de dónde procedan, ni si son de los nuestros. Jesús nos dice: “No se lo impidáis”. El fanatismo que algunas religiones generan, así como grupos selectos que llevan a sentirse en situación de privilegio sobre los otros, que siguen creyendo que existen etnias superiores, ha surgido por doquier. Ahí están los nacionalismos que llevan en sí mismos el enfrentamiento y la exclusión: “no es de nuestro grupo” (Mc 9, 38). “Señor, ¿quieres que mandemos que baje fuego del cielo y los consuma? Se volvió y los reprendió severamente”. (Lc 9,54).

Desde el momento en que existan personas que en su intimidad más secreta lleven este tipo de sentimientos, resulta inevitable adoptar posturas intolerantes, como le ocurrió al apóstol Juan, según se relata aquí. Lo cierto es que seguimos excluyendo a los que son de los nuestros. Hay que cuidar primero a los de casa, pero luego son los que más problemas crean, son egoístas sin fronteras. Tienen sus razones de peso: la solidaridad empieza por los de casa…

Jesús no tolera ni la intolerancia ni el fanatismo que crean religiones, grupos políticos, culturales, nacionalistas, etc. Jesús no quiere el triunfo de su Iglesia en clave de poder o imposición interna. Es profeta, da gracia universal, y no rabino de escuela cerrada. No queramos controlar a Jesús y emplear la fuerza para asegurar el evangelio. La Iglesia ha de ponerse al servicio del hombre, y así, donde quiera que exista uno que no forme parte de la Iglesia pero que trabaja por la liberación del hombre, está vinculado a nosotros, aunque no sea por los principios de la ortodoxia jerarquizante. Sí, lo que vincula a sus creyentes es la obra de liberación que realizan, y no algún poder de grupo. Seamos comunidad inclusiva.

¿Qué queremos decir? Muy claro: Todo lo que divide está en contra de la voluntad expresa de Jesús. Estos grupos, que conocemos bien, que se confrontan con otros o que excluyen a quien sea, por lo que sea, no son cristianos por más que así se llamen.

¿Tolerancia cero? ¿Por qué? Porque Jesús fue intolerante con los intolerantes. Somos hijos de un mismo Padre, esta es nuestra fe. Hacer el bien, dar vida, aliviar sufrimientos -hacer milagros, dice Jesús-, el que así va por la vida, aunque no lo sepa está con Jesús. Todo el que hace bien está con Jesús.

“La masa arrolla todo lo diferente. Si no es de los nuestros, hay que eliminarlo. La conciencia fanatizada está insensibilizada ante todo lo que no gravita en su propio sentido de imantación. En el fanatismo la imaginación toma el puesto del entendimiento y comporta la voluntad de aniquilar a quien se atreva a oponerse a tal pretensión. El fanático ha dejado de comportarse como ser pensante, ha perdido la mínima noción de en qué consista el ser pensante fuera de él. Es perfectamente comprensible que se afane en descalificar por todos los medios a quienes quiere exterminar. Al fanático no le interesa la verdad, es enemigo de la verdad y la confisca en su provecho” (Carlos Díaz).

La Iglesia es institución al servicio de los pequeños, y no puede controlar en nombre de Jesús ni hacerse dueña de los bienes mesiánicos. El evangelio vuelve a los mikroi, a los menores, y tiene que ser lugar de acogida y no escandalizar, nadie puede imponerse a los menores. El escándalo es entendido como destrucción de otra persona, y aparece en las tres maneras fundamentales de la vida: mano que actúa, pie que camina, ojo que conoce y desea. Escandalizar significa, convertirse en fuente de opresión para los otros. Cortar la mano o el pie, o arrancar el ojo, es signo de purificación interior, purificación necesaria para superar el escándalo eclesial. Por esto, hablemos de amor, las cosas más grandes tienen la apariencia de lo pequeño: un niño (sencillez, autenticidad y alegría) para poder acoger el Reino de Dios. Un amor entregado, y no nuestras leyes y culturas que nos separan...

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