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Escucha y déjate preguntar por quien te ama - Francisco Cano

2. T. O. 2021 Jn 1,35-42

La Palabra precede, la escucha precede, a la toma de opciones fundantes de la existencia: los discípulos primero oyeron sus palabras, y después siguieron a Jesús.

Afirmar que Jesús es la Palabra de Dios hecha carne, nos sitúa en el centro no sólo de la Biblia, sino de toda la vida humana.

Es cierto que esta Palabra la mataron, pero Dios ratificó su camino resucitándole de entre los muertos, y así lo ha hecho principio de diálogo y salvación para todos los hombres.

Jesús pregunta, pero más allá de la pregunta nos encontramos con un anuncio inicial: “este es el Cordero de Dios” (Jn 1,35), y después sigue un deseo de búsqueda que Jesús sabe interpretar: “¿Qué buscáis?” Una pregunta que desvela el deseo de estar con Jesús, en este caso por parte de los dos hermanos, pues ellos responden: “¿dónde vives?”, a lo que sigue la invitación explícita por parte de Jesús: “Venid y lo veréis” (v 39).

La fe nace de un encuentro en el que Jesús toma la iniciativa. Porque Dios en la Biblia no es silencio, sino que desde el principio hasta el fin es Palabra que se encarna y extiende en la palabra-vida de los hombres. Estamos invadidos por palabras particulares, desiguales, pero es posible la comunión universal por la Palabra encarnada, nacida y resucitada. Desde entonces los hombres sólo vivimos por donación gratuita y creadora de unos a otros, es decir, por la palabra compartida. Aquí en esta llamada de los primeros discípulos, (v. 35-42) se nos muestra esta metanoia (transformación) realizada en aquellos discípulos, que, sin saberlo, se encontraron con una Palabra-comunicación de Dios que les llevó a una mutación de la vida radical.

Jesús, sin imposiciones, nos hace la oferta en la Palabra, y al recibirla resucita a aquellos que la acogen. Desde entonces los hombres y las mujeres somos Palabra en Dios, pues de ella hemos nacido y en ella somos en Cristo. La conclusión es clara: si esto es así, los cristianos debemos cultivar en la práctica el diálogo concretado en la mutua escucha, de forma que esta condición del hombre, como ser de palabra compartida, nos da nuestra identidad.

Nosotros dependemos de lo que nos han dado y , por nuestra parte, damos a los otros.

Estos dos hermanos tuvieron una experiencia de relación con Jesús, vivieron, experimentaron en su interior la Palabra, es decir, su relación con Dios, y luego la compartieron con otros, de forma que la Palabra no vive ya sólo para sí, sino en aquellos a quienes ama y ofrece su vida. Pero la vida que hemos recibido es camino de resurrección. Sin este encuentro con el Resucitado, con la Persona de Jesús, no es posible el seguimiento, ni hay posibilidad de transformación: “hemos encontrado al Mesías” (v. 44), y desde esta confesión Jesús se nos queda mirando y nos envía. La vocación no es un don extraordinario para unos pocos; la vocación-llamada, y la respuesta acogida, forman parte fundamental de la experiencia cristiana.

Escucha y déjate preguntar. Alguien interpela, y nosotros nos atrevemos a escuchar. “Se quedaron con él aquél día; era como la hora décima” (v.39). No vivimos por imposición de Dios, sino por regalo de amor; no vivimos bajo Dios, sino en Dios, que nos ha creado para vivir en libertad, para creer y confiar en él.

Es triste que tengamos miedo a plantearnos algo -no sea que mi vida se vea comprometida-, y no quiero tomar decisiones por las que tenga que cambiar mi vida. Quien no avanza retrocede, con consecuencias serias en la vida personal y social. La prueba: escuchar con bloqueos que impiden avanzar.

La experiencia cercana nos lo ha hecho ver, si se quiere ver. El no ver es una forma de defensa para no permitir que otro asalte los muros de nuestra intimidad. Si no eres oyente de Jesús no puedes ser cristiano, porque lo que posibilita la fe es ser “oyente” de las propuestas de Jesús, y vivir en consecuencia. Pero parece que son pocos los que toman este camino, quizás sea que se cumple la Palabra: “muchos los llamados y pocos los elegidos”.

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