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¿Tenemos futuro? - Francisco Cano

"Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite"

32. T. O. 2020 Mt 25,1-13

Les entró el sueño y todas se durmieron; se despertaron, pero las necias llegaron tarde y se cerró la puerta. Como Mateo, también nosotros tenemos que sacudir a la audiencia para que viva la tensión por el Reino. El tiempo, la vida, se nos escapa, y al final nos encontramos que hemos vivido entretenidos, pero no comprometidos. Ante la oferta del Reino nos encontramos con quien está muy bien encerrado en su cuerpo (narcisismo), gozándose en él, se instala en su cuerpo y, absolutizando el presente, niega la muerte con su olvido u ocultación, (hoy parece que es difícil mantenerse en esta situación); también tenemos al cínico que no espera nada del futuro, degusta el presente hasta el final porque “no hay más que esto”. Así que no hay salida, no hay esperanza: fatalismo. Estos no aman el ser más allá de la apariencia, ni la realidad más allá de la duración.

¿A quién interesan hoy los acontecimientos del tiempo final? Hablar de tensión por el Reino de Dios hoy parece fuera de lugar. ¿Qué podemos esperar quienes seguimos a Jesús? Jesús es claro: sí, has sido elegido; sí perteneces a una comunidad cristiana; pero si la lámpara de tu vida no da la luz que quiere Dios, al final no serás recibido, te cerrarán la puerta. Parece un poco fatalista, como si ya no hubiera solución, pero no es así. Se refiere a los que viven fuera de la realidad, viviendo una falsa seguridad, y se ven como preferidos.

Los creyentes vivimos de la fe, afirmando dos cosas tajantes: la muerte y la resurrección de la carne. Estamos viviendo con la pandemia una obsesión por la muerte que no es sana, cuando en realidad la muerte es la condición para que el tiempo se abra a la eternidad, porque nada de lo que el tiempo produce puede por sí mismo gestar definitividad. ¿Por qué la muerte es un paso necesario para el hombre? Porque ni la belleza, ni el amor, ni la gloria pueden pervivir sin morir.

Hemos sido liberados de la fatalidad, Jesús nos rehabilita siempre, nuestro horizonte vital está abierto a la infinitud de Dios, nuestro destino final. Mi historia pasada no determina el presente, y menos el futuro, porque nuestros condicionamientos pueden ser transformados por la gracia recibida, en libertad creativa, en ocasión para el bien y la compasión. Nuestro destino hacia la Vida verdadera no se ha fijado en el tiempo a la cadena de nuestro pecado como algo fatal, esta atadura ha sido rota al ser mirada con misericordia desde su futuro, en el que Jesús confía más que nosotros mismos (P. Rodríguez Panizo).

No creemos que hablar del tiempo final después de XXI siglos y esperar con las lámparas encendidas a que Jesús venga esté llamado al fracaso. No estamos anticipando el fracaso de la tensión por el Reino de Dios, porque creemos que Reino de vida, de justicia, de amor, fraternidad y compromiso es lo mejor que nos han confiado a realizar en nuestra vida. La duda nos asalta: ¿se estará cumpliendo lo que el Señor nos anticipó? “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” Pero Dios no abandona al que confía en Él (Lc 18, 7,99). “Quien yo soy, lo dice Dios, cuya paternidad siempre ve las realidades negativas transformadas en ofrenda amorosa por el Hijo” (Hans Urs von Balthasar).

El universo ha tenido un principio y tendrá un final. ¿Qué pinto yo en este mundo? Para unos: sólo materialismo puro y duro, pero “¿ha podido brotar la idea de justicia del mundo material? ¿Es que esta idea no es más que un fenómeno físico químico? Cuando uno de nosotros renuncia a sus intereses para lograr el triunfo de la justicia, ¿eso se reduce a una función fisicoquímica? ¿De dónde brota la misericordia y el perdón cuando se ejerce contra los propios intereses? ¿También brotan de la materia? ¿El amor hasta entregar la vida también es producto de las fuerzas de la naturaleza?” (José Ramón Bustos, S.J.). Con humildad, pero con firmeza, podemos afirmar que la misericordia humana únicamente puede haber nacido de un Dios misericordioso.

La escatología nos anticipa acontecimientos del tiempo final, pero no para angustiarnos sino para asegurarnos que nuestro futuro es Dios Padre misericordioso. Lo propio de una comunidad creyente es vivir en tensión por el Reino. Esperamos al Señor Jesús. Es muy valiosa la respuesta cristiana dada en libertad: respuesta gratuita pero comprometida. El amor exige correspondencia amorosa. Somos fruto del amor gratuito de Dios que nos ha regalado a su Hijo y de su Providencia amorosa que nos acompaña y nos ha acompañado a lo largo de la existencia; nuestra fe no es un medio para obtener beneficios de Dios, sino un obsequio amoroso de nuestro ser a Él. Por esto estamos con las lámparas encendidas, porque todo cuanto hacemos a los demás, y también a la creación, se lo hacemos indirectamente a Dios. Sí, esto es así porque desde que el Hijo asumió nuestra condición creatural y nuestra naturaleza humana la creación es ya de alguna manera “cuerpo” de Dios y la humanidad es humanidad de Dios. Y si no, preguntádselo a Mateo: “cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40). Esto es tener las lámparas encendidas y la puerta abierta, para cuando llegue el esposo, “porque no todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7,21-29).

Sí, vivimos por gracia la tensión por el Reino. Esta es la fuente de nuestra alegría y de nuestra paz. Con humildad caminamos hacia el Padre, en el Señor, por el Espíritu.

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