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Los cagamendioses - Carlos Díaz

Con más paciencia que el santo Job, vengo sufriendo a un “familiar” que se emporra continuamente y que cada vez que abre su sucia bocaza de albañal en las comidas es para decir en voz muy alta “me cago en Dios, en la Virgen”, etc. Presume de su ateísmo como si estuviera orgulloso de la ausencia del rudimento del tercer párpado, y eso lo hace además a modo de gracieta en cuantas celebraciones domésticas se presenta, pasando luego la gorra en busca de unos centavos en pago a su payasería. Por supuesto, los pocos católicos que quedan en mi familia, no se dan por aludidos al respecto, y hasta le ríen sus cagadas. Por oponerme a ello después de cincuenta años padeciendo este flagelo, el otro día se armó contra mí la marimorena de todos, de todos y de todas. Pero, dejando aparte al imbécil, a esta situación se llega también por la beocia de los propios creyentes. He aquí la genealogía de los cagamendioses:

Reduccionismo espiritualista: espíritu sí religión no. Excluyendo la mística como algo esencial al hecho religioso, ¿cómo entender a Juan de la Cruz, a Teresa de Jesús, a Rumi, etc? Sin mística, hasta las iglesias devienen sectas que sólo buscan aspirinas, logromotivaciones mundanas, y telepredicaciones sectarias.

Reduccionismo antropológico: los dioses son hombres mitificados. Según Jenófanes, Evemero, Feuerbach y otros, los dioses serían héroes divinizados, e incluso la elevación al infinito de todas las virtudes humanas. Marx veía la religión como el opio para la otra vida del proletariado adormecido a cambio de sumisión a sus dueños. Para Lucrecio, sería una cratofanía surgida del temor a los fenómenos naturales violentos, incluyendo la muerte. Para Hume, un producto del miedo, que concluiría según Freud en una neurosis obsesiva. Como auténticos machos alfa, los no-creyentes se autoproclaman Juan sin Miedo, pero lo único real es que el hombre, lejos de llegar a Dios, se avergüenza de ser hombre, y en lugar de paraíso en la tierra habitan el Orco.

Reduccionismo sociológico: el paso del tiempo nos convierte en adultos ateos. La evolución comienza con los relatos religiosos primitivos e infantiles, pasan por los inseguros juveniles, y concluyen su madurez con el ateísmo. Para Comte la religión resulta de la ignorancia; para Durkheim procede de la necesidad de los colectivos de invocar algo común; para Bakunin, de la necesidad compulsiva de un amo. De lo que yo estudio no deduzco esto. De esos ateos maduros, libéranos Domine.

Reduccionismo racionalista: la razón es para los listos, la religión es para los tontos. La religión sería una forma superior de conocimiento, que debería mantenerse dentro de los límites de la mera razón, una gnosis (Kant), una filosofía pía (Ficino), un amor intelectual (Spinoza), una racionalidad prefilosófica (Hegel). Si tal fuere o no fuere, me preocupa poco: yo quiero ser un hombre decente.

Estos reduccionismos rampantes campan por ahí como Pedro por su pasa, e incluso pasan a la filosofía con arrogancia: “Suponed que mañana por la mañana, después del desayuno, todos nosotros somos sacudidos por un trueno que hace añicos la tierra. Los árboles dejan caer sus hojas, el cielo es una llamarada, las nubes se abren y aparece la inmensa y radiante figura de un Zeus que señalándome exclama para que todos lo oigan: Ya está bien de tus teologías, sutilezas lógicas y juegos de palabras. De ahora en adelante, ten la completa seguridad de que yo ciertísimamente existo. Y esto no ha sido un asunto privado entre el cielo y yo, sino que todo el mundo ha oído lo que me decía. Si esto ocurriera, yo quedaría completamente convencido de que Dios existe”. Así de sumariamente se explica uno de los agnósticos más connotados, pero si yo viera a un Dios tan alto como el Everest o el Himalaya juntos no vería un Dios, tan sólo a diosecillos truculentos.

Finalmente, ya en la calle, hay opiniones para todos los gustos, a las que no vendría mal algún disgusto correctivo:

¿Existe, pues, Dios?

-Esa pregunta ha caducado: espiritualidad sí, religión no

-La única excusa ante el mal, es que Dios no existe

- Dios no estaba en Auschwitz

- Esa pregunta no viene en mi catecismo

- ¿De qué Dios está usted hablando?

- Dios es un pensamiento que vuelve torcido todo lo derecho y que hace voltearse a todo lo que está de pie; ¿qué debería suceder para decir que Dios nos ama, o que Dios no existe?; es asunto suyo

- Es tan ateo afirmar la existencia de Dios como negarla, por eso de lo que no se puede hablar es mejor callar

- Hay un Dios quiere decir que en pleno ejercicio de mi libre arbitrio siento la necesidad de hacer el bien

- ¿Para qué más necesitamos a Dios?; si hubiera dioses, ¡cómo soportaría yo el no ser Dios! Por tanto no hay dioses

- Una noche requerí a Dios para que, si de verdad existía, se declarase. Permaneció callado y ya no volví a dirigirle la palabra

- Dios existe, yo lo he encontrado

- Si Dios no existiera habría que inventarle

- Si Dios no existiera, todo estaría permitido

- Cambiaría tu comportamiento si existiera Dios? En caso afirmativo, necesitas un Dios

- Todo está lleno de Dios.

Ya lo dijo Martin Buber: “La palabra Dios es la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna otra está tan manchada y tan dilacerada. Las generaciones humanas han cargado el peso de su vida angustiada sobre esta palabra y la han dejado por los suelos; yace en el polvo y sostiene el peso de todas ellas. Las generaciones humanas con sus disensiones religiosas han machacado esta palabra; han matado y se han dejado matar por ella; esa palabra lleva sus huellas dactilares y su sangre... Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la palabra Dios; se asesinan unos a otros y dicen hacerlo en nombre de Dios. Debemos respetar a aquellos que evitan este nombre, porque es un modo de rebelarse contra la injusticia y la corrupción, que suele escudarse en la autoridad de Dios”.

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