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Las relaciones humanas profundas, clave de felicidad - Francisco Cano

23. T. O. 2020, Mt 18,15-20

Dile al que te ha ofendido que le has perdonado para que experimente gozoso que Dios ya no lo identifica con su pasado, ni a ti con el tuyo.

Las relaciones humanas profundas, clave de felicidad: hemos sido creados por amor, para vivir en relaciones de amor, no podemos aspirar a más en nuestra vida. El ser humano, sin relaciones de amor y ternura, está muerto. Cortar, impedir las relaciones, es el mayor castigo que podemos sufrir, va contra natura (Covid 19). Estamos enfermos por falta de relaciones humanas gratificantes (no confundir con ‘me gusta’). Lo sorprendente es que al acercarnos al Antiguo Testamento lo primero que destaca es que Dios toma la iniciativa de establecer con el hombre relaciones directas de amor.

La revelación cristiana (Nuevo Testamento) se distingue por manifestarnos a un Dios que quiere entablar relaciones directas con el hombre. Jesucristo nos muestra su vida como relación permanente con Dios, Abba. La Biblia, al referirse al pecado, casi siempre se refiere al ámbito de la relación. El pecado es concebido como la ruptura de la relación con Dios y con los demás. Adán comienza rompiendo con Dios y enseguida se enfrentan entre ellos; después se enfrentan los hermanos: Caín mata a Abel; más tarde los hijos enfrentan a los padres (Gn 9,18) y por fin terminan enfrentándose todos contra todos en el episodio de la Torre de Babel (Gn 11). Con razón el Libro de los Jubileos llama al príncipe de los demonios Mastema, que significa discordia, odio, división, hostilidad. Hoy el pecado, como ruptura de relaciones de unos contra otros, llega a niveles de eficacia inimaginables. El pecado es hacernos daño unos a otros, a nosotros mismos. No recibe Dios ofensa de nosotros sino por obrar contra nosotros, contra nuestro bien. Perdonar al que nos ha ofendido es posibilitarle la experiencia gozosa de que Dios no lo identifica con su pasado, pero pide reparar el daño producido, y equivale a recuperar la inocencia perdida.

Mateo se encuentra en su comunidad con esta realidad, la ruptura de relaciones entre los hermanos, y marca el camino a seguir para que se dé la reconciliación: Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas (inter te et ipsum solum).

Buscamos muchas veces criterios para discernir en las situaciones de conflictos, y nos olvidamos de este principio que Mateo nos da: Vade, et corripe eum inter te et ipsum solum. No dice entre nosotros, sino inter te et ipsum solum, entre tú y él sólo y solo. Si te hace caso has salvado a tu hermano.

Y nos recuerda que tienes que perdonarle para que también a ti se te perdone tu pecado. Por muy cierto que sea que tú tienes razón y el otro ha actuado mal contigo, el evangelio insiste primero en que veas tu propio pecado, antes que el suyo.

Tú tienes la obligación de salvar a tu hermano de su pecado, si te hace caso; y si no te hace caso llama a dos o tres, pero no a los que te van dar a ti la razón, sino a aquellos que ayuden a discernir según el evangelio. Busca hombres o mujeres de fuerte espiritualidad y experiencia, que busquen el simbolum, que unan, junten, reúnan. De lo contrario pueden surgir grupos, entre sí divididos: «Yo soy de Pablo; yo soy de Apolo; y yo de Cefas, y yo de Cristo. ¿Acaso está Cristo dividido?» (1Cor 1,12). El criterio siempre es la unidad, la división es fruto del maligno. El encuentro pide claridad, verdad, caridad, claves en las que se debe mover todo diálogo.

No hay que extrañarse de que surjan tensiones entre hermanos, en la comunidad, lo importante es el modo de afrontarlos. Mateo 18 nos manifiesta que existen tensiones en su comunidad –han existido, existen y existirán–, una comunidad que se está configurando, queriendo ser fiel al evangelio, y que se encuentra con la realidad cotidiana de las ofensas y nos muestra, no sólo la manera de proceder, sino las claves del discernimiento en caso de conflicto entre hermanos en el seno de la comunidad (es evidente que presupone una comunidad concreta): si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas, no dice inter nos (entre nosotros). Los ‘asamblearismos’ y ‘comunitarismos’ anulan a las personas, en ellos nos ocultamos unos a otros o buscamos apoyos en otros… dice inter te, que seas tú y él sólo y a solas los que os pongáis en paz. Que no vayas a otro a contarle el pecado de tu hermano. No olvides que esto pide humildad: reconocer que yo también soy pecador. Esta norma es fundamental. ¡Cuántos problemas que llegan a no tener solución parten de olvidar este principio, este mandato, esta extraordinaria indicación para afrontar y solucionar conflictos! Las murmuraciones, los chismes, los grupos enfrentados, que dividen a una comunidad, son el certificado de su defunción. El mal nace de aquí. El diabolum lo único que busca es la división, el enfrentamiento.

¿Qué papel tiene la comunidad en los conflictos? La alegría que siente la comunidad cuando uno de sus miembros vuelve de nuevo al redil actualiza la parábola de la oveja pedida. Si te callas ante el mal de tu hermano, puede ser que cuando quieras actuar sea demasiado tarde. Afrontamos el tema del pecado, no tanto como un proceso en el que el hermano se sienta culpabilizado, sino como una oferta para que vuelva al seno de la comunidad.

Mateo insiste en atar y desatar, en promover la interpretación justa en cada situación, buscando el bien del hermano, donde la Escritura y su actualización es pan de cada día. ¿Es así entre nosotros o la Palabra de Dios brilla por su ausencia? Por otra parte las decisiones hechas en común, buscando el bien y en el nombre de Dios, están convalidadas por el Padre que se alegra de que el hermano encuentre de nuevo el calor, el apoyo y el sentido de pertenencia a la comunidad. Sí, creemos en lo que Jesús nos dice: «que si dos de vosotros os ponéis de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Dile al que te ha ofendido que le has perdonado para que experimente gozoso que Dios ya no lo identifica con su pasado, esto es magnífico, porque equivale a recuperar la inocencia perdida y porque así es y actúa Dios con quien con humildad reconoce su pecado. Esto no es fácil… pide oración y fe.