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COVID19: El miedo y la ignorancia - Antonio Calvo Orcal

Lo contrario del miedo es la confianza. Así como del amor es la indiferencia. Quien siente miedo busca seguridad. Algo imposible. Quien siente amor, se arriesga a confiar y a esperar, y, mientras tanto, ama. Es curioso que haya tantos ateos declarados. Personas que no necesitan a Dios para vivir humanamente, prefieren la seguridad que les da dejar de existir. Pero, esto, claro, ¿quién lo sabe? La supuesta seguridad es manifiesta ignorancia, arrogante, nace de una supuesta autosuficiencia, para la que no parece haber razones. Por otra parte, quien confía en la vida infinita, para esperar y desearla, debe confiar en el amor. ¿Quién quiere una tortura que no acabe? La confianza nace de una ignorancia de amor, humilde.

De cualquier manera, la ignorancia y el miedo, juntos, son los que nos llevan a cometer el error de vivir egoístamente, sin amar, sin confiar, sin esperar. Al desastre de ser hombre por amor para devenir un ser más por ignorancia. Cuando no se siembra amor en el corazón del hombre, crecen en su lugar todas las desorientaciones. El miedo a la libertad es carencia de amor. La libertad es el fruto del amor, su manera creadora de comportarse en un hombre. ¿Qué libertad elige morir definitivamente? La del miedo. El creerse más o mejor que el otro va íntimamente unido a la desconfianza. Todos los desastres humanos nacen de ese miedo, de esa desconfianza en sí mismo, de no sentirse radicalmente querido.

Estamos, una vez más en la historia del hombre, en una encrucijada. Quizás la nuestra sea diferente para nosotros porque es la nuestra. Por primera vez, nos atañe sin remedio. Quizás también sea diferente porque el grado de estupidez que hemos alcanzado al vivir cómodamente en la parte rica del mundo nos hace creer una encrucijada lo que siempre ha sido un camino inevitable. Morir no es una opción. La posibilidad del hombre es la esperanza. Confiar en lo que se desconoce, hecho posible por quien se desconoce, para amar esta vida, sin temerla.

¿Cómo podemos confiar en quien no conocemos? Sólo parece haber un camino. Amar lo cambia todo. Sentirse amado, sin condiciones, para poder desarrollar el sentido del agradecimiento y la humildad desde la menesterosidad, sentirse único e imprescindible por ser amado, es decir, ser necesario para el sentido de la vida de quien me quiere, sentir el deber de amar como nadie puede hacerlo por mí, como la razón de mi vida, aprender a confiar y esperar desde la experiencia de sentir que amar me aligera en cada amor que hago de esas cargas de la vida, que son lastre. Desde la experiencia de sentir cómo el amor me devuelve en cada entrega mi ser mío.

La vida humana no es un camino de seguridad, excepto en la condición mortal, y ni siquiera esa condición inevitable nos da la seguridad de que todo acabe ahí. Hay en el hombre, sin duda, una comprensión de la existencia y del misterio que se muestra mucho más fuerte y poderosa que la duda. La confianza, que no es jamás seguridad, es, sin embargo, suficiente para enfrentar los miedos y la ignorancia del vivir humano. Pero no es posible confiar, ni esperar, a quien no le ha llegado bastante amor como para orientarlo hacia lo eterno.

El trabajo del hombre consiste en hacer creíble la esperanza. Es el hombre que ha sentido la fuerza del amor, el que ha padecido su contagio, el que se ha bregado en la lucha, el que se ha curtido en el sufrimiento y ha experimentado la muerte, sin paliativos, el que tiene la responsabilidad de ser testigo de la vida. Todo el sentido está al principio como don. Pero, se encuentra al final, como tarea. Al testimonio se va desde el agradecimiento. El amor es la eternidad en el tiempo. Si el amor no ilumina desde dentro nuestro mirar no podemos comprender. Pero, el amor, ¡ay! viene a través del que nos ama. Viene a través del otro… comprender parece ser responsabilidad del otro, para ser personal. El otro, debe ser nosotro.