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Carta a Francisco Cano - Carlos Díaz

Querido Francisco:

Ratifico tu artículo en su totalidad, y me parece muy hermoso y muy de agradecer, de todo corazón.

Esta mañana hermosa caminaba por la amable ciudad de Burgos, y durante cinco largos minutos venía escuchando la conversación que se traían detrás de mí dos chicas y un chico de unos diecisiete o dieciocho años, cuyo paso se había acompasado al mío. Iban bien vestidos o bien desnudos, según se mire. Su lenguaje, sobre ningún contenido comunicativo, estaba constituido sobre venablos archisoeces cagándose en todo lo divino y en lo humano, y anteponiendo la palabra "puta" a cualquier palabra, como en las series de narcos que se ven por Netflix. Hasta que me detuve y les interpelé seriamente, a lo cual ellos respondieron burlándose de mí con gestos y palabras brutales.

Es la nueva normalidad, la nueva normalidad de la nueva humanidad, con la cual no sé si tengo en común algo más que el inevitable ADN de la especie animal en cuanto que animal.

¿Qué hubieran dicho estos energúmenos de haber leído tu hermoso texto donde hablas de fraternidad, fidelidad, libertad, Dios, Trinidad, etc? Estoy seguro de que no habrían entendido nada, ni dicho nada, porque carecen del pensamiento necesario y del léxico correspondiente para traducirlo, pues tu discurso ha devenido demasiado elevado y complejo para su sistema de señales. No está en su cosmovisión, ni en su cultura, ni en su vida, ni en su entorno, lo cual no impide que se les vea animados, felices, e incluso sobrados. Son el último grito en la evolución de las especies.

Yo clamo a Dios continuamente desde este estercolero para no terminar maldiciendo a Dios y luego morirme. Hablo a Dios, pero Dios calla. Sin embargo, aunque ansío su palabra, el silencio de Dios es para mí más poderoso y locuente que el albañal de la palabra aberrante. Y las personas que como tú también lo creen y lo ben/dicen sois mi refugio, mi heredad y mi amor.

Gracias, Francisco.