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Otro santón descerebrado, Fritz Perls - Carlos Díaz

Felizmente, lo único que tengo en común con Fritz Perls es que «estudié gramática y vocabulario mediante el sistema Langenscheidt de autoaprendizaje»1. Dicho lo cual, como puerca lavada vuelvo a mi vómito, en este caso para manifestar mi estupor sobre el enorme influjo que tiene aún la Terapia Gestalt de Fritz Perls en todo el mundo, algo que conozco bien por haber enseñado durante años en el doctorado de Gestalt en Integro, México.

La escuela Gestalt comienza por una confesión de cinismo: «Mi relación con los psicólogos gestálticos era muy especial. Admiraba y apreciaba muchos aspectos de su trabajo, en particular los primeros trabajos de Kurt Lewin. No pude estar de acuerdo con ellos cuando se hicieron positivistas. No he leído sus libros, sólo algunos trabajos publicados por Lewin, Wertheimer y Kohler»2. Este desparpajo de la ignorancia entendida como creatividad se traduce en:

A. «Yo personalmente creo que la objetividad no existe. La objetividad de la ciencia es únicamente una cuestión de acuerdo mutuo. Cierto número de personas observa un fenómeno y habla de un criterio objetivo. Sin embargo, fue del lado científico de donde vino la prueba de la subjetividad, Einstein se dio cuenta de la imposibilidad de que todos los fenómenos fuesen objetivos»3. Este patán, que confunde subjetividad con subjetivismo, se atreve con la teoría de la relatividad para afirmarse en su propio relativismo. Mas, si la teoría de la realidad es relativa, ¿cómo hacer de ella un referente objetivo para sentar cátedra relativista? Si nada hay objetivo, ¿cómo sería objetivo lo que relativiza el charlatán?

B. De ahí que tampoco existan métodos objetivos que ayuden a buscar la inexistente verdad: «Una de las objeciones que tengo contra cualquier persona que se llame a sí misma terapeuta gestáltico es que usa una técnica, pues una técnica es un truco»4. Una Gestalt sin técnicas terapéuticas ¿acaso no se basa en el truco de no tener herramientas? Animémonos y todos seremos terapeutas, eso está al alcance de cualquiera, como suele suceder.

C. Por tanto, y en la medida en que nadie sabe en qué consiste la objetividad del ser, nadie puede proponerse deber ser de otro modo: «Muchas personas dedican su vida a actualizar lo que ellas deben ser, en vez de actualizarse ellas mismas como son. Nuevamente la maldición del ideal, la maldición de que uno debe ser lo que no es»5. Entonces ¿para qué ir al psiquiatra? Ahora bien, ¿cómo deberíamos ser tal y como somos –y no como deberíamos ser– si nadie sabe cómo es, porque la verdad objetiva no existe? Este viejo gape naturalista de Hume queda ahora notablemente empeorado porque Perls, tras de haber ignorado en qué consista el ser y prohibido el deber ser afirma ahora que: «uno no debe ser más que lo que es», o sea, que uno debe ser lo que es. Hemos matado de este modo dos pájaros de un tiro; primero porque uno debe saber lo que es, cuando antes había dicho que no debemos nada; segundo, porque uno debe ser aunque no sepamos qué somos. Imposible más contradicciones performativas elementales6.

D. De ahí la impertinencia de intentar cambiar el carácter: «Al tener carácter tenemos un sistema rígido. La conducta se petrifica y perdemos nuestra habilidad para enfrentarnos libremente con el mundo, con todos nuestros recursos: nos hacemos predecibles. Estamos predeterminados únicamente a afrontar los acontecimientos de un solo modo, a saber, del modo como lo predice y lo programa el carácter. La persona más rica, más productiva, es una persona que no tiene carácter. En nuestra sociedad exigimos a la persona el tener un carácter y especialmente un buen carácter, porque así es predecible y podremos ganárnosla»7. Aquí el caos epistemológico de Perls llega al paroxismo: no sabemos lo que somos, no debemos ser lo que sabemos que no sabemos, luego el carácter (del que no sabemos qué es) es el enemigo.

E. Pero están el zen y la New Age, en la que Perls militó al final de su vida: «El ahora es el presente, el fenómeno, aquello de lo que me doy cuenta, aquel momento en el que llevamos nuestros así llamados recuerdos y así llamadas expectativas. Pero, anticipándolos o recordándolos, lo estamos haciendo ahora. El pasado ya no es, el futuro aún no es. Es imposible que nada exista fuera del aquí y del ahora y de darse cuenta del cómo se nos da»8. «La paradoja es que, para lograr la espontaneidad del aquí y del ahora, necesitamos, como en el zen, de una disciplina férrea. La disciplina es simplemente el entender las palabras ahora y cómo poniendo entre paréntesis y dejando de lado cualquier cosa que no está contenida en las palabras ahora y cómo»9. «Y sin embargo en el ahora, en nuestro ser actual, acarreamos mucho del pasado»10. Esto no es una paradoja, es una disnoesis mental.

F. Perfecto, acumulamos en el presente algo como el pasado, que no existe ahora, y que como tal hoy no podemos acumularlo. Chickenshit, bullshit, el ahora de Perls es el ataúd del yo-y-tú, según lo que él llama oración de la terapia gestáltica.

«Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas.
Y tú no estás en este mundo para llenar las mías.
Tú eres tú y yo soy yo.
Y si por casualidad nos encontramos es hermoso.
Si no, no puede remediarse»11.

Y a otra cosa, mariposa. Entre estas psicoterapias existenciales humanistas y los neopersonalismos tomistas regurgitados también hoy, ¿cómo no vivir al borde de un ataque de nervios? Y lo peor es el daño que hacen estas psicoterapias existenciales humanistas en medio del aplauso generalizado.

1 Perls, F: Dentro y fuera del cubo de la basura. Ed. Cuatro Vientos, Chile, 1975, p. 43.

2 Perls, F: Ibi, p. 61.

3 Perls, F: Sueños y existencia. Ed. Cuatro Vientos, Chile, 1975, p. 24.

4 Perls, F: Sueños y existencia. Ed. Cuatro Vientos, Chile, 1975, p. 14.

5 Ibi, p. 31.

6 «La terapia gestáltica es hoy una de las tres terapias existenciales junto con la Logoterapia de Frankl y la Terapia del Dasein de Binswanger. Yo distingo tres tipos de filosofía. Una es el aboutism (sobreismo) en que se habla y se habla sobre las cosas sin jamás llegar a entenderlas o sentirlas de verdad; la experiencia científica en la que se dan vueltas y vueltas al asunto sin llegar jamás a la médula. A la segunda le llamo el shouldism (debeismo) o moralismo: debieras ser así o asá, debieras tratar de cambiar, no debiste hacer esto. Cien mil órdenes sin ninguna consideración sobre el aguante que esta persona tiene efectivamente para acatar tantísimas órdenes; además, la mayoría de la gente cree que este ‘tú debes’ es una fórmula mágica que va a dar algún resultado. A la tercera filosofía yo le llamo existencialismo, el cual quiere desprenderse de los conceptos y trabajar con los principios del darse cuenta, en la fenomenología» (Ibi, p. 27). No hace falta ser un lumbreras en filosofía ni en psicología para ver la miseria intelectual de este megalómano. Primero, la Logoterapia de Frankl es una psicología personalista, antítesis de lo de Perls; segundo, la Terapia del Dasein de Binswanger no llegó a nada; tercero, el existencialismo no sólo no se desprende de los conceptos, sino que es una conceptualización reflexiva; y, por último, lo que Perls llama fenomenología es una irrisión porque de ella no leyó ni una línea de nadie. Y este bodrio hace furor hoy a su vez en más de lo mismo metamorfoseado con el nombre de psicoterapia existencial humanista. Cfr. Díaz, C: Sobre las psicoterapias existenciales humanistas (Una aportación crítica a mis primos hermanos. Ed. Sonora, Madrid, 2017, 277 pp.

7 Perls, F: Sueños y existencia. Ed. Cuatro Vientos, Chile, 1975, p. 19.

8 Perls, F: Ibi, p. 53.

9 Perls, F: Ibi, p. 63.

10 Perls, F: Ibi, p. 55.

11 Perls, F: Sueños y existencia. Ed. Cuatro Vientos, Chile, 1975, p. 16.