Reflexiones desde un punto de vista personalista comunitario.

Mi admirado Carlos García Gual publicó hace ya algún tiempo un bello libro, Diógenes de Enoanda y el gran mural epicúreo (Editorial Ariel, Barcelona, 2016), que me ha complacido. Había, en efecto, una vez en el siglo II después de Cristo un antiguo asentamiento romano al norte de Licia en Asía Menor, hoy Turquía, llamado Enoanda. Pues bien, en el pórtico del ágora, centro puro de aquella fría y desapacible ciudad, el acaudalado, evergeta y philántropon Diógenes de Enoanda mandó construir un sólido mural de bloques de granito de ochenta metros de largo por más de tres de alto en sillares de piedra muy bien pulidos y asentados y con más de 25000 palabras (un tercio de las cuales recuperadas en su totalidad) a fin de que cualquier ciudadano que pasara por el lugar aprendiese lo esencial de la vida según la enseñanza de su amado maestro Epicuro: cómo despreocuparse de la muerte, cómo vivir la amistad, cómo habitar la inmanencia, como amar los libros, cómo cuidarse, en definitiva el ideal de vida buena del epicureísmo, en suma, mejor ser desafortunado con sensatez que afortunado con insensatez.

Llamada a la unidad: Un Señor, una fe, un bautismo (Ef 4,2-7)

Siempre que escuchamos el Evangelio, no podemos olvidar que éste nace y va dirigido a la comunidad concreta a la que le habla, hoy a la nuestra.

A la iniciativa de Cristo resucitado, que “se deja ver” en las apariciones pascuales ofreciendo su gracia salvífica (irrupción de Cristo en ocasiones traumática, como en san Pablo), corresponde una transformación radical del sujeto, que es cuestionado por Cristo y acoge en la fe esta elección de Dios. Has sido elegido por Dios en Cristo gratuitamente. Tú, creyente, estás justificado y vives desde entonces la experiencia exaltante del bautismo y del Espíritu. Has renacido como criatura nueva, reviviendo la misma experiencia pascual de Cristo, al llegar a ser hijos de Dios en el Hijo.

Ha fallecido a los 77 años José Alonso Morales, Pepe para los amigos, un hombre bueno, afectuoso, humilde e incansable en su militancia, su compromiso, con el personalismo y con su familia y sus amigos. Quizá ambos compromisos sean solo uno pues, quien como Pepe, vive el personalismo comunitario, sabe que no se puede separar el cuidado de las personas del constante empeño por difundir, a tiempo y a destiempo, un saber que construya una humanidad de relaciones cada vez más cálidas. Pepe no olvidaba a sus amigos, por eso ayer, cuando recibí el mensaje de su hijo Julio, junto con el dolor por su marcha, sentí el malestar porque hacía un par de meses que me “tocaba” haberle llamado. A veces, estamos tan ocupados con lo urgente, que no hay lugar en la agenda para “lo importante”.

2 Nav 2020 Jn 1,1-18

En la Palabra podemos descubrir nuestro sentido y futuro, por tanto nuestra esperanza.

Lo nuestro en este tiempo de Navidad, especialmente, es vivir este acontecimiento como María, “que conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.

Imaginémonos que Jesús de Nazaret está hoy, entre nosotros, en un barrio de nuestras calles, que lee la prensa y ve la TV, que ha trabajado en cualquier taller antes de dedicarse a predicar. Vamos a intentar ver a Jesús de Nazaret del siglo XXI en la encrucijada del 2020-2021.

¿Qué ha pasado para que el niño educado en la santidad del Templo y de la ley se transforme en el hombre adulto que entró en conflicto mortal con los sacerdotes? Jesús tuvo una experiencia religiosa profunda y determinante que le hizo pasar de una familia convencional nacional judía a la familia postconvencional: “mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.

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