Actividad

Libertad de la persona y coacción social (Agustín Domingo)

Aulas de Verano del Instituto Emmanuel Mounier Agustín Domingo

Agustín Domingo Moratalla, profesor de la U. de Valencia, advirtió del error de la visión simplista que dice que la libertad de uno termina donde empieza la de los otros. La convivencia de libertades no es un juego de suma cero donde lo que unos ganan es porque otros lo pierden. Apelando a E. Mounier en la mayor parte de sus tesis, suscribió su experiencia de la libertad cuando afirma que “la libertad no se gana contra los determinismos, se conquista sobre ellos, pero con ellos… en ninguna parte se encuentra la libertad dada y constituida”. La experiencia que mejor la define es la experiencia del don: “Hombre libre es aquel que puede prometer, y aquel que puede traicionar, como sostiene Marcel”.

La experiencia de la libertad se da en situaciones concretas y se puede distinguir entre la libertad espiritual que Mounier llama “fuente viva de ser” y las libertades concretas, que requieren “aceptar esta condición para apoyarse en ella... La libertad no progresa, al igual que el cuerpo, sino gracias al obstáculo, a la elección, al sacrificio”. La aceptación de los límites de la libertad nos permiten tomar distancia ante la situación, no para evadirnos de ella y refugiarnos en la libertad espiritual sino para penetrar en las condiciones comunes de la libertad, ya sean biológicas, económicas, sociales o políticas y ganar en libertades.

La experiencia de la libertad no es un acto puntual sino un proceso de crecimiento y aprendizaje, es un proceso de liberación, es decir, una personalización del mundo y de uno mismo. La experiencia de la libertad no es puro brote, puro surgimiento; es ordenación, orientación, respuesta a desafíos. Frente a una libertad que se instala en el conformismo hay una libertad radical o intrépida, cuya experiencia es el descubrimiento de una locura creadora: “la libertad no debe olvidar las libertades, pero cuando los hombres dejan de soñar con catedrales tampoco saben ya construir bonitas buhardillas. Cuando dejan de experimentar la pasión por la libertad, no saben tampoco edificar las libertades”.

Más allá de la autonomía la libertad es disponibilidad. En el personalismo comunitario la experiencia de la libertad nos lleva a promover estrategias educativas en el horizonte de la disponibilidad. Cierta miopía filosófica ha puesto el centro de gravedad en la libertad de elección y no en la libertad de adhesión: “¿qué valdría la libertad si sólo nos dejara escoger entre la peste y el cólera?”.

Libertad no es simple capacidad para elegir sino movimiento de toda la persona en una dirección, es orientar la vida, es adherirse a unos valores, responder a invocaciones que nos interpelan. La libertad se transforma responsabilidad cuando la persona no sólo elige sino que se adhiere, no sólo se desliga sino que se religa. En términos de Mounier: “El hombre libre es el hombre a quien el mundo interroga y que responde. Es el hombre responsable. La libertad en este punto no aísla, une; no funda la anarquía; es, en el sentido original de estas palabras, religión, devoción”.

La concepción inspirada en E. Mounier se completó con varias tesis basadas en Paul Ricoeur, que introduce el análisis de la libertad vivida en instituciones justas, uniendo al sentido metafísico la dimensión política, histórica y concreta de la libertad. Junto a la herencia del logos griego introduce la nueva lógica del cristianismo, con su acento en la novedad, en la promesa y la sobreabundancia.

Ricoeur distingue entre libertad abstracta (solipsista, arbitraria) y libertad sensata (social, histórica y concreta), más vinculada con las libertades políticas que a la libertad en abstracto. La vida de las instituciones no es sólo un obstáculo para la experiencia de la libertad, puede ser una condición para su ejercicio. Esta visión llevaría a una política “liberal” en el mejor sentido de esta palabra: como limitación del poder y protección del orden público, entendido éste como promoción de las libertades.