Actividad

Aspectos antropológicos de la crisis (Antonio Calvo)

Aulas de Verano del Instituto Emmanuel Mounier

Antonio CalvoAntonio Calvo esperaba esta crisis, porque basta con mirar los rumbos que la sociedad viene tomando para no extrañarse de lo que se nos viene encima. Y constata que esta crisis, entre otras muchas crisis, nos lleva a una suerte de zarandeo personal que nos impone la pregunta sobre quienes somos.

En los años 30 del siglo pasado, Mounier y el movimiento “Esprit” se referían a una crisis de civilización y a una crisis de espiritualidad. Algo similar podemos decir de la crisis presente, por eso, conviene remitirnos a las reflexiones que hicieron ellos entonces y tomarlas y tomarlas como referente, pues eso nos supondrá una ayuda preciosa.

La pregunta “quiénes somos” nos lleva a mirar en profundidad la experiencia personal del hombre en su caminar a lo largo de la historia. El hombre descubre, en ese proceso, nada menos que su ser personal –de persona–, ligado de raíz a la experiencia del amor. Porque la vivencia de la persona no consiste sino en vivir la experiencia del amor. En su proceso evolutivo, el hombre se va descubriendo como persona, y lo hace precisamente a través de su relación con el otro, es esta relación la que le permite abandonar su animalidad e ir conquistando poco a poco su libertad, la que le caracteriza como hombre y como persona. Y en este proceso amoroso de encuentro con el tú del otro, llega el hombre a descubrir a Dios como un Tú, culminando el caminar cuando el hombre se da cuenta de que él, a su vez, es también el tú de Dios.

El amor es, así, la posibilidad misma de la realización del hombre, hasta el punto de que, como decía Mounier, ser, para el hombre, es amar.

Mirando este proceso amoroso de la realización de la persona, Antonio Calvo concibe una realidad profana y ciertamente no dual, en la que una estructura sacramental se evidencia cuando se le aplica una mirada profunda. Esta es la espiritualidad que anima esta concepción, que no es sino una verdadera proclama del Reino de Dios y que, por su base antropológica de verdadera experiencia humana, está llamada a ser universal. Porque toda persona está llamada a vivir el amor en el otro y a culminarlo llamando a Dios abbá –Padre–.

De esta vivencia amorosa y personal estamos llamados a dar testimonio, y recordando a Mounier, habremos de hacerlo tomando como bandera el misterio cristiano de la pobreza. Que éste sea nuestro motor y el alimento de nuestra esperanza. Con estos medios sencillos forjaremos el Reino, arraigado siempre en el descubrimiento amoroso del otro. Y sin dejar de tener en cuenta que, recordando una vez más a Mounier, la santidad es la sola política válida.