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El Tabor no es la gloria sino resplandor anticipado de la gloria pascual – Francisco Cano

2 Cuaresma 2022 C Lc 9,28-36

Nos encontramos, en nuestra vida personal, social, económica y, sobre todo, en el seguimiento de Jesús, que la respuesta a nuestros deseos no se realiza…, entramos en crisis porque nuestra oración no es respondida, nuestro testimonio, predicación, la misión es rechazada, y sólo queda la fe en Dios. Nos tenemos que fiar, y pasar por la experiencia del fracaso. El camino del Hijo entregado ha tropezado con el escándalo de la cruz. Jesús se lo dice: Me van a matar.

El Mesías fracasado y muerto pone a prueba la esperanza de los suyos. Dios promete pero la realización de su promesa se realiza según los tiempos de Dios, y nos enseña a saber esperar. Las promesas se realizarán cuando Dios crea conveniente hacerlo. Así nos purifica para que nuestra fe se fundamente sólo en Dios. ¿Qué experiencia tenemos cuando vemos que nuestro trabajo, nuestro testimonio, nuestra entrega es rechazada y somos marginados, excluidos?

“La voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo. Después de oír la voz, se encontró Jesús solo”. Este siervo que veis caminando por los caminos, cargado con las flaquezas de los hermanos, es mi Hijo querido: ahí lo tenéis. “Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, y sus vestidos brillaban de resplandor”. Este resplandor de la luz les envuelve, porque la ternura de la misericordia entrañable los acoge, los rodea. Pero el camino de su mesianismo no va a ser el que esperaban sus contemporáneos.

Pedro no entiende y nosotros parece que tampoco entendemos, porque no hay que escuchar a Moisés o a Elías, que vienen a conversar con Jesús y no proclaman mensaje alguno, sino sólo a Jesús, que tiene la última palabra. Se trata de vivir escuchando sólo a Jesús. ¿Es esto hoy predicable: sólo a Jesús y a nadie más que a Jesús? ¿No estaremos predicando la pretensión de la verdad absoluta del cristianismo? Dentro del relativismo en el que nos movemos, ¿cómo situarnos ante esta y otras muchas afirmaciones del NT que anuncian la exclusividad, y la afirmación clara de que sólo en Jesús está la revelación de Dios? San Juan de la Cruz nos dice: “Dios ha hablado, y ha dicho todo lo que tenía que decir y no puede decir más de lo que ha dicho..., por lo cual, el que ahora quisiere preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna novedad” (Subida 2, 22,3-5). No es este el momento de detenernos en esto. Queremos sólo afirmar que los seguidores de Jesús no vivimos de cualquier creencia o rito.

Aparece el signo de la nube. Es la nube de la gloria, la nube del monte (Ex 24,15-16), la nube del templo (1Re 8,14). Y la nube que da sombra es luz, porque, más que dar sombra, quiere expresar poner al abrigo de, acoger bajo la sombra. Esa luz que los acoge y les envuelve es, para Lucas, “resplandor de la gloria” (Lc 7,31-32). “Y los discípulos tenían los ojos pesados del sueño, pero, manteniéndose despiertos, vieron su gloria”. La transfiguración no es sólo como un resplandor anticipado de la Pascua, sino incluso de la parusía: “Hemos visto con nuestros ojos a su Majestad, su grandeza, porque recibió de Dios Padre honor y gloria. Cuando la sublime gloria le dirigió: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Nosotros mismos escuchamos esta voz venida del cielo estando Él en el Monte Santo”.

Al bajar del monte les dijo: Esto no es la gloria, no la confundáis. Tabor no es la gloria. La gloria se manifestará cuando un hombre del mundo dice: “Verdaderamente este es el Hijo de Dios”. Lo cual quiere decir que, si queremos contemplar el rostro de Jesús como resplandor de la gloria del Padre, hemos de caminar hasta el monte Calvario y permanecer allí, y allí mismo asistir a la gloria de la Resurrección, porque la cruz es la misma gloria.

Nosotros, como comunidad cristiana vamos creciendo en la medida en que ponemos en el centro el Evangelio y sólo el Evangelio, porque escuchar sólo a Jesús nos lleva a la transfiguración. No sabemos cómo se construye este relato, pero sí la importancia que los evangelios dan a este relato, pues se trata de ver algo de la identidad de Jesús. Porque, aunque Pedro coloca a Jesús en igualdad con Moisés y Elías, no es este el mensaje, el mensaje no es otro que Jesús tiene que ocupar un lugar central y absoluto en su corazón. Aquí el único que tiene el rostro transfigurado es Jesús, no es Moisés ni Elías… Y los demás, ¿qué? Los demás nos han de llevar hacia Él. Porque en realidad los evangelios son relatos de conversión que invitan al cambio, al seguimiento de Jesús y a la identificación con su proyecto.

Vivir escuchando a Jesús es una experiencia única. Porque escuchan a alguien que dice la verdad, alguien que sabe por qué y para qué vivir, alguien que tiene las claves para construir un mundo más justo y más digno. Sí, sabemos que el mensaje de Jesús es una invitación escandalosa para los oídos modernos, pero no todo se reduce a la razón, y hemos de aprender a vivir el Misterio, y el Misterio tiene un nombre: Dios, nuestro “Padre” que nos acoge y nos llama a vivir como hermanos.

Si no hay a quien acudir, cada uno ha de defenderse como pueda. Algunos viven de la cultura de la información, otros en sectas, y la mayor parte viven perdidos, sin meta ni proyecto. El relato de Lucas recobra hondo sentido en nuestros tiempos y, en medio del susto por quedar cubiertos por una nube-se asustan, se quedan solos y perdidos-, ahí escuchan una voz que les dice: “Este es mi Hijo, el Escogido, escuchadlo”. Es difícil vivir sin escuchar una voz que ponga luz y esperanza en nuestro corazón. Aprendamos a leer los evangelios, y descubriremos un estilo de vida que puede transformar para siempre nuestra existencia. (Cf. M. Legido Aproximación a la oración de Jesús).

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