Actividad

¿Qué me pregunta la vida, qué le respondo a la vida?

Carlos Díaz

Martes, 26 de octubre, 19 h.

Continúa nuestro ciclo de conferencias El presente que nos humaniza con la segunda conferencia, a cargo de Carlos Díaz. A continuación una breve reseña biográfica y la sinopsis de la charla. Acceso libre por Zoom en este enlace.

Carlos Díaz (1944) es doctor en Filosofía, en Derecho y en Psicología. También doctor honoris causa por la Universidad Galileo Galilei (Guatemala). Ha fundado los Institutos Emmanuel Mounier en España, México, Argentina, Colombia, Paraguay y Guatemala. Algunos de sus alrededor de trescientos libros son best sellers, traducidos a ocho idiomas. Conferencista principal en todas las universidades de Latinoamérica, ha fundado la Editorial Sinergia en Guatemala y las colecciones Esprit (Caparrós Editores) y Persona (Fundación Emmanuel Mounier) en España. Sobre su obra se han escrito quince tesis doctorales en todo el mundo. Ha recibido varios premios internacionales como reconocimiento a su condición de pensador personalista comunitario.

Somos pequeños egos muy grandes unidos por sueños megalómanos y desenfocados respecto de nosotros mismos. Eso se traduce en hipersensibilidad y conlleva una desmesura: me irrito cuando me critican; ya la misma palabra criticar la usamos como si de una demolición a martillazos se tratara. En  mi práctica terapéutica, la mayoría de los fracasos son debidos a esa piel fina, de bebé, que no soporta verse interpelada ni siquiera provisionalmente. Ser preguntado significa para la mayoría ser interrogado, por eso las preguntas tomadas con desconfianza son respondidas con reservas y cautelas, a la defensiva. Este sentimiento incapacita para descender a las profundidades del infierno de las dolencias.

Cuando las preguntas de la vida me hacen sentir mal, la respuesta es la camaleónica labilidad, la escurridiza ambigüedad, el ponerse de perfil, el proteico convertirse en un grande o pequeño estratega en el arte de nadar y guardar la ropa al mismo tiempo.  La mala fe de quien pregunta se defiende con el candado de la no respuesta. Y aquí aparece la otra cara de la labilidad, la irresponsabilidad. 

Si a la cadena de la normalidad psíquica le corresponde la secuencia palabra-respuesta (palabra que no responde o que no es respondida es palabra frustrada) y respuesta-responsabilidad (respuesta irresponsable sería una irresponsabilidad), las personas irresponsables son incapaces de palabra-respuesta-responsabilidad, lo que se produce en ellas es una enloquecedora algarabía de voces que llenan de vacío y de vértigo la cabeza del psíquicamente irresponsable.

Lo curioso es que la insularidad parece tener más fuerte que cualquier sinergia de microutopías. Cuesta más decir tú que decir yo.  Y lo que ya parece reservado para el reino de los cielos es vivir la comunidad de bienes, pues en la tierra cada córvido arranca el pedazo de carne muerta que engulle en solitario por miedo a un depredador mayor que él.  Es la incapacidad de gozar comúnmente, sólo con nocturnidad y alevosía.

 

¿Qué me pide la vida?

Hemos hablado sobre el sujeto que es preguntado y que responde, por lo general de forma relacionalmente pobre. Ahora quiero dar la vuelta a la misma cuestión: ¿nos pide a nosotros algo la vida, o no nos pide nada? Por lo general somos muy sensibles a nuestros derechos, a nuestras necesidades, a lo nuestro, un nuestro que en tantas ocasiones se reduce a lo exclusivamente mío, y en todo caso a las escurriduras de lo accidental y secundariamente “nuestro” en tanto que ganancia secundaria de lo “mío”.

Muy pocos se dejan interpelar por lo que la vida necesita de mí. ¿La vida necesitar de mí? No, mire usted, no. Yo le hago un favor a la vida viviendo; si ella me ha dado algo es porque quiso, yo no se lo pedí. Esta respuesta de adolescentoides (“mis padres me trajeron al mundo, que me sostengan, bastante tengo con dejarme querer porque a ellos les gusta”) la encontramos en los 40000 valencianos o 25000 universitarios madrileños botelloneros a costa de la salud de todos.

Ningún planteamiento de excelencia vital cabe aquí. 

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