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Feliz Cuaresma – Francisco Cano

1º Cuaresma 2021 Mc 1, 12-15

Iniciamos la cuaresma. ¿Por dónde comenzamos? Por donde comenzó Jesús: “Se fue a Galilea”, y allí dijo: “Ahora es tiempo favorable”, ahora es el día de salvación, Dios ha cumplido.

¿Quién es el que habla así? Un campesino, un judío marginal, que actuó como profeta e iniciador del Reino de Dios, que empezó a realizar la obra de Dios con rasgos especiales vinculados a su experiencia de radical gratuidad, tras la experiencia del bautismo. Jesús fue un hombre enraizado en su tiempo (ve la realidad) y desarrolla un despliegue vital que termina en su muerte y en la experiencia de la resurrección.

¿Desde dónde comienza Jesús? Desde tres experiencias fuertes: el bautismo, el Espíritu lo empujó al desierto (Spiritus expulit eum in deserto), las tentaciones en el desierto y el “fracaso” de Juan (postquam auten traditus es Joannes). Comenzó por ver lo que sucedía, cómo estaba el pueblo, e impulsado por el Espíritu, empujado por Él, se lanzó a llevar la Buena Noticia del Reino. ¿Es tiempo favorable el nuestro? ¿Desde quién y quién lo empuja? El Espíritu. En el bautismo desciende el Espíritu; el Espíritu lo empuja al desierto, lugar de tentaciones y soledad, en el desierto de la vida sólo Dios basta; y por fin, desde la entrega del Bautista, arranca su ministerio movido por el Espíritu. Y ahora, ¿qué? Movido por el Espíritu nos presenta una buena medida programática (Lc 4,18).

Constatamos que la crisis sigue, y que las comunidades cristianas están tristes, desanimadas, desalentadas y desesperanzadas (como los de Emaús) y, sobre todo, descentradas, desorientadas. Sólo vemos escombros, no sabemos desde dónde discernir para ver por donde tenemos que ir. ¿Quién tiene hoy lucidez para poder decir, no lo que pasa, sino por qué pasa lo que pasa y para qué pasa? ¿Quién puede iluminar esta situación? ¿Quién puede impulsar hacia un cambio que no sea volver a “lo mismo”?

Hay que ver, escuchar lo que nos está pasando, reconociendo la alteridad que nos precede, que procede del otro. Lo que emerge de los escombros es la vida que estaba sepultada. Después viene la Palabra. ¿Acaso es la primera vez que pasa esta crisis? ¿O antes hubo otros que las tuvieron que vivir y sufrir? ¿Tiene algo que decir Dios en todo esto? La Palabra viene en nuestra ayuda, porque matar a Jesús es negar la Palabra. Primero escuchar la voz del Espíritu, no matar la Palabra. ¿Desde dónde encontramos esta palabra que nos habla? Desde lo que emerge, que es la vida que estaba sepultada.

Podemos ver en muchos hombres y mujeres que la Biblia nos presenta, desde el Génesis hasta los profetas, que vivieron las mismas situaciones de crisis. Sólo lo vamos a hacer desde Jesús de Nazaret, que se presenta como la unión (Alianza) indestructible de Dios con nosotros, la humanidad vivida en relación con la materia, la vida y las personas.

Fue un hombre de intensa experiencia de Dios que nos habló en nombre suyo; fue un hombre comprometido con la vida, que entró en comunicación con los que la sociedad margina, a quienes acompañó y anunció el Reino de Dios. Fue un sanador, no condenó ni rechazó, sino que sanó a los enfermos. Fue un hombre que puso en el centro de su mensaje y su vida un proyecto de comunión fraterna y solidaridad, de mesa compartida. Pan compartido, mesa con los pobres y excluidos sociales. Referencia mostrada y consolidada por el tiempo y la experiencia que tenemos. Esta es la Palabra: fraternidad y mesa compartida.

Hoy la urgencia es pasar de la Pandemia universal a la fraternidad universal.

Así es cómo empieza el tiempo de esperanza y el tiempo de cambio. Nosotros hoy estamos ya vislumbrando que por ahí hay que ir, movidos por el Espíritu. Dejemos atrás el tiempo pasado. Del pasado, a nuestra comunidad, sólo le interesa Dios. De Él sacaremos el ánimo y la fuerza, ánimo y esperanza que nos hará buscar los recursos necesarios para superarnos. Hoy se espera de nosotros una referencia de alegría y esperanza. Rehacer la unión con Dios como base de un resurgir; nuestros antepasados lo que hicieron con el pasado fue cambiar. Vivir la propia vocación construyendo fraternidad, que es la respuesta al tóxico encerramiento en nosotros mismos.

Jesús, sin tomar poder político, a partir de los pobres y posesos, quiso vivir de modo radical la tradición judía en apertura universal. Fracasando en amor -por no imponerse por violencia- Jesús fue auténtico Mesías. Dios lo resucitó constituyéndolo Hijo, y lo que fue ruina desde un mesianismo davídico, vino a presentarse como revelación del verdadero mesianismo filial de Jesús.

Tengamos sueño de futuro, de vida y de buena noticia. Se ha cumplido el tiempo, ya es hora de que nos movamos nosotros llevando el Evangelio de fraternidad universal, empezando por los más cercanos. Hemos nacido, y somos lo que los demás han hecho por nosotros. Feliz cuaresma.

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