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Convertirse es ser encontrado por Jesús – Francisco Cano

3. T.O. Mc 1.14-20

Jesús se fue a lo marginal y vivió en lo marginal de la sociedad, porque lo importante es la vida y la dignidad de la personas.

“Jesús se fue a Galilea”: el evangelio se transmite mejor en lo marginal que en lo selecto. Decía: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed en el Evangelio”. Jesús vio que el mensaje se contagia mejor y se transmite mejor en lo secular que en lo religioso, y al irse a Galilea se alejó de todo lo que es importancia, prestigio, autoridad, dinero, fama, y eligió a los que la sociedad margina por la causa que sea.

Lo decisivo es -dice el evangelio- seguir a Jesús dejando, abandonando, los roles sociales y formas de concebir el mundo que no encajan en la realidad imaginada por Jesús: el Reino de Dios. Este planteamiento inicial choca contra el individualismo, contra la autonomía que el hombre actual exige para su vida y contra el planteamiento de vida por el que vamos por donde mejor nos parece en cada momento, sin pensar nada en los demás.

El evangelio nos muestra que “los hombres, o renuncian a sí mismos, o tienen que abandonar a Jesús. Por eso, en la disyuntiva, prefieren eliminarlo y colgarlo de un madero” (M.Legido). La conversión personal exigía y exige la solidaridad con el dolor de los últimos, y en esa medida exige un cambio total, revolucionario: “El amor de Jesús, hecho gracia, engendra la conversión. Los hombres no se preparan con sus obras para el encuentro de acogida; es el encuentro de acogida lo que les capacita para dejarse acoger. ¿De qué acogida hablamos? Convertirse es ser encontrado. El Reino se lo regala el Padre únicamente a los pobres, a los pecadores, a los que sufren, que han llegado a ser tan pobres que ni siquiera se quieren justificar y tan solo esperan el don de quien sabe que los ama” (M.Legido). El Bautista acepta a los pecadores después de haberse convertido; Jesús, en cambio, ofrece a todos, y sobre todo a los pobres, el perdón y la gracia, antes de que se arrepientan (Lc 19, 1-10).

Escuchar esa voz significa la conversión a la que Jesús nos invita cuando dice: “el Reino de Dios está cerca”. Y La conversión no es otra cosa que el plantearse la vida desde la centralidad de la Persona de Jesús Vivo, con quien uno se ha encontrado; es Él quien nos llama a seguirle y quedar ahí atrapados por el Espíritu. Convertirse es ser encontrado. Es una respuesta de amor que implica a la vida en su totalidad, dejando formas de vida individual, para pasar a plantear la vida en sentido comunitario. Los que hacen esto, la historia nos muestra que han sido hombres y mujeres luminosos para todos aquellos que buscan una vida en profundidad. ¿Cómo estamos nosotros hoy al lado de estos seguidores de Jesús? ¿En la inopia?

No puede uno estar centrado en Jesús cuando Jesús no es el centro de su vida. Esta falta de centramiento en lo fundamental la encontramos en el seno de la comunidad cristiana. “Esta es una mala noticia, y lo es porque es muy difícil, principalmente para los más inteligentes, porque están dedicados más a seguir sus propias opciones de una u otra causa. Siempre es más fácil ir solo, con inspiración personal, principalmente mental o emocional. Es más fácil llamarse profeta que discernir con los demás y tener que lidiar humildemente con las debilidades de nuestro pensamiento o nuestras sugerencias” (Adolfo Nicolás, P. General, SJ). Éstos se convierten en profetas fuera de la comunidad, y cuando alguien con autoridad los contradice, culpan a la comunidad o a algunos de su “líderes” de falta de comprensión, autoritarismo, intransigencia, visión o apoyo. No son personas con malos deseos, etc. pero, no obstante, están descentrados: están en otras cosas, buscando otros proyectos, con problemas de falta de centramiento en Jesús y en su mensaje, el del Reino.

Nuestro ego sufre la descentralización más poderosa cuando la comunidad, o la relación espiritual con la comunidad se desvanecen o desaparece. Los seguidores-conversos nos hemos decidido, por gracia, y nos hemos comprometido, a buscar la voluntad de Dios juntos, como un cuerpo, como una comunidad de vida, de fe, de amor y de misión.

¿Dónde nos muestra esta centralidad la vida Jesús? En la autenticidad de una vida entregada al servicio de los pobres y en la centralidad y profundidad de la oración… esto es lo que hizo Jesús cuando decidió comenzar su tarea profética al irse a Galilea, la región de los pobres.

Lo cierto es que podemos vivir, los que nos decimos cristianos, una vida centrada en Cristo o entretenidos en nuestros propios proyectos, que si están al margen del Evangelio nos hacen vivir una vida descentrada. Hoy es de tal magnitud lo que se nos ofrece para vivir descentrados que parece imposible poder salir de este cerco, pero si no lo haces te descentras de lo fundamental: Cristo y su Reino. Muchos cristianos han quedado atrapados en tal cerco.

Lo cierto es que estamos siendo débiles frente a las ideologías. Incluso la opción por los pobres, no nos damos cuenta de que puede convertirse en una opción ideológica si no es una opción por amor, ésta tiene que salir de dentro, del corazón, como en Jesús, que sintió compasión por las multitudes pobres.

El descentramiento mayor está en el ego, este es el que más nos descentra. Porque, cuando llegan las dificultades, nos vemos y nos sentimos como si estuviéramos perseguidos, y perdemos nuestra paz interior y la alegría. Éstas son personas que sienten que su yo está incomprendido o herido, y terminan por llevar a la persona a un descentramiento tal que abandonan... No soy aceptado, la opinión de los otros, con los que convivo o a los que amo, no es la mía… y esto “los centra en sí mismos”, “los cierra”, ya no buscan la voluntad de Dios con otros, se enamoran de sus propias opiniones porque piensan que son más inteligentes y son las mejores de todas, otro descentramiento por el que no se abren a algo más grande que las propias ideas. Mucho tiempo dedicado al discernimiento para luego terminar en elecciones que son ideológicas, disfrazadas de lenguaje de discernimiento, lo que nos lleva a estar descentrados, tristes, sin rumbo.

Lo importante es que Jesús se fue a Galilea, a la región de los pobres, y que nosotros, como Jesús, estamos centrados cuando estamos con la gente sencilla y dejamos nuestras ideas, nuestros gustos, disgustos, opiniones, ideologías y teologías. Mira: olvídate de ti mismo y defiende la vida de estas personas ofreciendo toda tu vida al Reino de Dios, como pasión de amor.

En la situación actual de crisis por la pandemia tratamos de vivir de la manifestación del amor de Dios en medio de los que más sufren. Aunque parezca difícil, el momento actual es de gracia. Dios está en medio de la crisis y en medio de la pandemia, y aunque es cierto que en muchos la falta de centramiento en lo fundamental les está llevando a perder la esperanza, a otros esta pandemia les está llevando a una solidaridad mayor y a una mayor profundización de la fe. No es sólo medicina, política, economía… lo que necesitamos, sino también poder respondernos a esta pregunta: “y en medio de todo esto, ¿dónde está Dios?” Problema de fondo. Dios está donde siguen los crucificados por el mal.

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