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Dos pinceladas sobre Mc 1,1- 8 - Patxi Loidi

De barro

Tú brotaste, Señor, de nuestra tierra,
de las entrañas de la tierra,
de esta tierra de pan y barro,
de amores que se quiebran
y de esperanzas que renacen siempre.
Tú eres de nuestro barro…
y de la pura atmósfera de arriba.
Y nos trajiste la más grande profecía.

Pasaste como un rayo por el mundo,
sin que pudiéramos parar
tu rápida ascensión a las alturas.
Pero secretamente te quedaste
cuando pusiste en nuestras manos
el trabajo que habías iniciado.

Gracias, Señor, por tu confianza
en nuestras manos débiles,
manos de barro que endureces cada día,
apretándolas fuerte entre las tuyas.

Gracias porque nos haces responsables
de tu gran profecía universal,
la Buena Nueva para todo el mundo.

 

Profeta

Estaba el hombre pensativo,
sin dar con la palabras justa,
mientras su amanuense1 jugaba con la pluma de ave.

Deja claro, dijo al fin,
que no nació de la luna ni del sol ni de una estrella,
sino del lodo,
de la tierra,
de un pueblo,
de una historia…
Que no digan los del ‘conocimiento perfecto’
que de humano, solo tenía la apariencia.

Pero seguía moviendo la cabeza insatisfecho,
hasta que exclamó comiéndose las palabras: Sí, de Israel,
pero no de la casta sacerdotal ni de los levitas ni de
los legisladores ni de los reyes…
Di que provenía… de los profetas.

Y se calló.

Pero era diferente de los otros profetas,
masculló para sí mismo bajando la voz;
porque comía y bebía y acudía a fiestas…
y acogía a las prostitutas…

Y gritó: ¡El mayor de los profetas!

Y sonrió satisfecho
de haber hallado la palabra justa.

Y empezó a volar la pluma del escribano
al rápido dictado de tu evangelista Marcos,
el primer evangelista, Señor,
que dibujaba tu rostro con alegrías y conflictos,
para acabar invitándonos a proseguir tu profecía,
la Buena Noticia de todos los tiempos.

1 Eran pocos los que sabían escribir.

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