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DOMINGO 33 DEL TIEMPO ORDINARIO - Patxi Loidi

Queridas amigas y amigos: Saludos cariñosos. El tipo de persona cristiana que dibuja esta parábola es distinto del que ha predominado mayoritariamente en el cristianismo. Durante siglos, el objetivo fue salvarse, o más concretamente, salvar el alma. Después y actualmente, santificarse, ser santo, que es parecido al anterior, solo que con mayores aspiraciones... Supuestos grandes santos han pretendido ser santos, una postura egocéntrica. Y ¿qué quiere este pasaje? Que produzcamos mucho para el Reino de Dios.

Algunos dirán que viene a ser lo mismo. Pues no. La orientación mental y los horizontes son completamente distintos. En el primer caso, el centro es el yo. En el segundo, el centro es Dios y su Reino; o en otras palabras, proseguir la causa de Jesús. Son dos posturas, dos visiones, dos ideales, dos cristianismos.

Este es el evangelio de la productividad; una productividad solidaria, conforme al Reino de Dios, con sus dos vertientes, material y espiritual.

Debemos generar en esta tierra una gran cantidad de bienes materiales, ya que el Reino de Dios es un reino de abundancia. Hemos de sacar el máximo rendimiento a los recursos, que son limitados; y gestionarlos como buenos administradores, no como expoliadores. Esa es voluntad de Dios, frente a la explotación salvaje actual.

Y hemos de producir también muchos bienes espirituales, el primero de ellos la justa distribución de la riqueza, con la solidaridad y la democracia con justicia; más la cultura para toda la gente, el bienestar, el conocimiento de Dios, el descubrimiento del evangelio, la fe, la esperanza, el amor.

Por eso, el tercer hombre, que no produjo ni construyó nada, es una persona ‘mala y perezosa’. Quizás debiera decir perezosa y mala. Con lo cual nos da una nueva visión del bien y el mal, distinta de la que usamos habitualmente. Persona buena, la que produce mucho; persona mala, la que no produce. Si encima hace daño, peor que peor.

La parábola une la productividad con la gratuidad, porque el dueño les da los talentos gratuitamente. Con ellos han de producir y obtener un premio que será también gratuito.

Finalmente, la parábola nos desvela la humildad de Dios. Después de crear el mundo, se esconde. Y después de enviarnos a su Hijo, para que sea nuestro líder y modelo, se esconde de nuevo. Es lo que muestra el pasaje al decirnos que el dueño da los talentos a sus siervos y enseguida se ausenta, se va lejos, desaparece. ¿Qué quiere Dios con este ocultamiento? Que seamos personas adultas y autónomas, construyendo un mundo solidario y fraternal como el que Jesús inició.

Cuánto amor hay en el trasfondo de esta parábola lo comprobaremos en la parábola del domingo próximo, que nos mostrará a los pobres y la justicia como destinatarios primeros de nuestra productividad. Dios nos da los talentos gratuitamente. Nos deja en soledad, para que seamos gente adulta y crezcamos en valores y autoestima. Nos pide cuentas, para darnos el mayor de los premios, ‘el gozo de tu señor’, la fiesta de bodas de la parábola anterior. Las tres están unidas. Gran parábola. Oremos y animémonos.

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