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La casta Susana – Carlos Díaz

Algún conocedor de la historia de España recordará aquellas fotografías en blanco y negro del protosocialista fundador del Partido socialista obrero español, Pablo Iglesias, que siempre me parecieron propias de los trileros. El fundador del Psoe, Pablo Iglesias I, primero de España, en efecto, aparecía descamisado en los mítines y en actos de campaña populares para darse su baño de masas, pero con frac riguroso en los actos sociales de alta representatividad jerárquica, pobre rico y rico pobre.

En las imágenes de televisión de estos días vuelvo a percibir la augusta binariedad analógica entre aquel Pablo Iglesias I y este segundo Pablo Iglesias II de la República de Unidas Podemos, que en su último parlamento se presentó trajeado, encorbatado y hasta con ricitos para presentar a su nueva Ex/paña los presupuestos generales del Estado, casi haciendo manitas con el Presidente del Gobierno. Realmente lo de apellidarse Iglesias une más de lo que a primera vista podría parecer, aunque sean Iglesias diferentes, fragmentarias y cismáticas, pero cuyos popes respectivos seguirán reclamándose adoradores del mismo dios, que en este caso no es otro que Mammona, el brillo de la iniquidad.

Tampoco tiene nada de extraño para mí, pues es algo sobre lo que alerté en la prensa al comienzo de la era Felipe González, que el nuevo astro naciente o recidivante al modo de Isis y Osiris, el nuevo Iglesias, “viniera de proponer” -como dicen en la jerga futbolística los periodistas deportivos- la subida de sueldo de los parlamentarios, guiño de magnanimidad igualitario con la plebe obrera inmersa en una crisis económica casi sin precedentes, espectáculo tan bochornoso que hasta los chicos de Vox se vieron obligados a echar para atrás.

Con semejante desfachatez (¿o fachatez?) las nuevas Iglesias proclaman pisando y porque se puede que se acabaron los casposos presupuestos de austeridad y de ahorro, y que “toca” gastar más, endeudarse, pedir y volver a pedir préstamos impagables que ni esta generación, ni la siguiente, ni la siguiente de la siguiente podrán pagar. Modernidad de los hijos de papá acostumbrados al gozo antes que al trabajo, a la compra a plazos y a la alegría, porque el progreso es sonrisas sin lágrimas.

Mientras tanto, a pesar de que la esposa haya proclamado a voz en grito en su nuevo Eclesiastés que las mujeres se acuestan con quien o con quienes quieren -¿con o sin pedir permiso a sus compañeros/as?- los Iglesias han comprado una vivienda que en la jerga popular se diría “de puta madre” (y no me refiero ahora al uso de la sexualidad de las señoras que se acuestan con quien o quienes o quienas quieren).

Y ahí los tienes negando (ya no juran, sólo perjuran) pertenecer a la casta, pues ya no son casta, Dios les libre, sino una sacrificada familia de clase media, al fin y al cabo no más que una pareja de ministros, que al fin y al cabo logran de sus sueldecitos ahorrar a duras penas para pagar los empréstitos recién contraídos, de ahí que sigan reclamando aumentos salariales, su canción preferida. Así que muerte a la triste austeridad y al reaccionario ahorro, un mensaje preñado como siempre de lucidez gubernamental. Ellos, en todo caso, no son la casta, son la Casta Susana y el casto connubio y el casto poder, castidad de castidades y todo castidad.

En el centro de su nuevo chalé casto luce hoy un gran reloj de pie, solo que ya no hace “tic, tac, señor Rajoy”, pues se ha detenido una vez superadas las contradicciones antagónicas en el seno del pueblo, llegados como hemos, o como podemos, al poder eternizador, al sacramento de los Iglesias I e Iglesias II, al punto cero de la historia, a la escatológica plenitud de los tiempos, al fin de la historia, a la plenitud de lo inmóvil. Escrito esto, no faltarán los censores contra mi resentido modo de ver la historia, pues también Carlos Díaz se ha vuelto facha, claro está.

Imposible explicar por mi parte que ese nuevo franquismo eclesiástico que presume de antifranquista de hueso colorado, es el mismo de los adeptos adictos del régimen de Franco, de ayer, de los procuradores en cortes, alcaldes, gobernadores civiles y ministros, que ya no defienden a Franco por la gracia de Dios, sino a los Iglesias “por una gracia de Dios”, por la religión civil de Rousseau, por la iglesia de los saintismonianos, o por la religión maradoniana, una vez abolido el “por Dios, por la patria y el rey”: Dios ha muerto, la Patria ha implosionado, el rey anterior está huido y el presente tiene la corona fijada con tornillos para evitar su voladura. Como afirma en su último y aún inédito libro Amando de Miguel, el franquismo no fue tanto una creación de Franco, sino que Franco resultó una emanación del franquismo, pues el franquismo sociológico rastrero hizo al franquismo de Franco I, y éste sigue haciendo al franquismo de Franco II, Pablo Iglesias II, ahora con coleta y con acólitas que al fin han subido a la parra sin la hoja protectora, innecesarias en un nuevo jardín del Edén mutado en jardín que le den.

Afirmó Salomón que resulta insoportable la criada cuando se convierte en heredera de su amo (Prov. 30, 23). Sí, comistre eclesiástico de nuevo cuño, sí; aunque seas incapaz de sustraerte a la idea de que tú eres diferente al resto de la gente, Establishment eres tú, animal chiringuitario, y siempre lo serás Hay quienes escriben reflexionando sobre su propia sintaxis existencial pero nada hacen a no ser “cursillos de formación” para calentar la gorra, como el violinista hiperreflexivo que, mientras maneja su arco, se toma el pulso sin impulso, cada cosa a su tiempo, un poco de derreflexión al año no hace daño. También yo soy ese tú negado e incapaz de remejer mi propia conciencia, como lo es la escuela misma que pretendí pastorear.

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