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Seguimos nadando contra corriente pero no contra natura - Francisco Cano

El arrepentimiento (calidad de vida) es un movimiento que lleva al hombre hacia el abrazo. Nada hay más gozoso y consolador. Porque el dolor llega a ser insoportable y en esta experiencia el hombre acoge al Señor que se le lanza al cuello y todo lo que consideraba insoportable se hace pedazos, y en este dolor de generado, de recién nacido, las lágrimas se transforman en llanto de alegría y de fiesta (hijo Pródigo); es un anticipo de la felicidad plena que ansiamos.

El arrepentimiento es un movimiento que pone al hermano en la onda de la relación libre donde incluso la culpa se interpreta en clave de una relación más genuina, es decir, en la clave del Rostro. Es el loco amor de Dios el que me ha alcanzado, porque cuando el hermano pide perdón ya ha sido alcanzado por el amor de Dios, quien se percibe como pecador ya está viendo en el umbral del propio corazón al Señor que llama con la misericordia: su cor está pegado a la miseria humana, miser-cor, y aquí experimento el abrazo de Dios en Jesucristo. Quien no ha experimentado el perdón de Dios está incapacitado para amar, por tanto, lo está para perdonar. El perdón no significa tan solo que el Señor cancele sin más nuestros pecados, sino que la vida vivida sin Dios queda asumida por Él.

Nos confesamos a causa del loco amor de Dios y no por la presión psíquica, porque aquí se siente el desajuste, la regla, la ley y el mandamiento imposible de cumplir. Terminamos abandonando por sernos hostil, negativo. La experiencia de este don es todo lo contrario: experimentar el gozo del perdón de Dios.

Lo real y cotidiano es que nos ofendemos, pero la comunidad tiene un Rey, no para dominar, sino para que reine en ella el perdón, primer paso hacia el amor.

La comunidad se está edificando, pero es Jesús quien la edifica. Y Jesús nos da las claves para su edificación. La primera es el perdón: «si mi hermano me ofende», perdónale siempre sin esperar el arrepentimiento, porque Dios ofrece el perdón antes incluso del arrepentimiento. Es Jesús quien ofrece el perdón y éste produce el arrepentimiento. Dios no actúa según actuemos nosotros, sino que nosotros tenemos que actuar como Dios actúa en nosotros.

El punto más doloroso es la relación con aquellos de los que se ha recibido alguna injusticia. Esta viene continuamente a la mente y quema, pero la fe enseña que hay que perdonar, y sin embargo, por mucho que decimos que rezamos por esta persona, no podemos relacionarnos normalmente con quien nos ha ofendido. Nos preguntamos si de verdad hemos dado el perdón. No se nos pide que sintamos o manifestemos actos que no son sinceros, se trata de que este perdón lleve a la relación a un equilibrio, porque es una relación vivida estrechamente en Cristo, que se da a las dos partes de un conflicto, que quiere salvar a los dos. Nuestro perdón es la participación en el perdón de Cristo.

Es importante recalcar que este perdón de Dios no se queda en el hermano que lo recibe, sino que tiene su sentido más profundo en la Iglesia. Descubrirse hijo significa descubrir a los hermanos y hermanas, y un camino para descubrir los rostros de mis hermanos y hermanas.

En la fe uno se siente pecador porque sabe que el pecado tiene que ver con la relación, el amor, el rostro del otro y de Dios, por esto el arrepentimiento lleva al hermano hacia el abrazo.

¿Cuál es el enemigo que reduce todo lo dicho a vida imposible? Una fe reducida a ideología, según la cual podemos organizar la vida a base de buenos propósitos, de pensamientos elevados, de alto contenido moral, pero inevitablemente aparece en la vida cotidiana la grieta entre el propio pensamiento y la propia vida. En una palabra: una vida reducida a ideología, aunque sea con etiquetas religiosas, se caracteriza por su esterilidad, porque no produce comunión y no crea comunidad. Esta no es la fe en sentido cristiano. (Cf. Rupnik El discernimiento. p. 112ss y 149).

Gracias Jesús porque no nos pides que primero perdonemos para que Tú nos perdones. Tú nos perdonas primero sin poner condiciones, porque el perdón es don tuyo, y así también nosotros podemos perdonar.