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Examen de con-ciencia - Carlos Díaz

Muchos son los que sin ganar las batallas se las apropian, incluso también cuando las pierden, como aquel que dijo «no sabía si íbamos a ganar las derechas o las izquierdas, pero hemos ganado las derechas», o a la inversa. Esto yo mismo lo he padecido en propia carne con aquel empleado en censurar con lápiz rojo las frases o los libros enteros durante la dictadura de Franco que ya en la democracia alardeaba de demócrata con coche oficial. Por el contrario, son muy pocos los que autocríticamente asumen la propia derrota, como lo hace Diego Abad de Santillán: «La revolución debe provenir directa y espontáneamente de las bases, y esto sólo es posible cuando el pueblo ha alcanzado un nivel de conciencia superior. Por ejemplo, los comedores populares que se improvisaron por doquier en las barriadas y daban de comer gratis y cuanto quisiera a quien lo pedía, funcionaron varias semanas y consumieron todas las reservas de que disponían la ciudad y el campo. Nos exigían cada vez más víveres, y cuando no podíamos dárselos, iban a buscarlo directamente los almacenes y comercios. No dejaban nada para las milicias del frente. Sus ‘incautaciones’ arruinaron la economía de la región. Fueron una constante pesadilla que nos causó trastornos y mucha inseguridad. La falta de conciencia no podía atribuirse sólo a ciertos partidos u organizaciones; fue un fenómeno general. Para mucha gente la revolución consistía principalmente en repartir el botín y disfrutarlo. Muy pocos pensaban en volver a llenar los depósitos saqueados y en intensificar el trabajo en la industria y en la agricultura»1.

«Cuando la columna Durruti llega durante su marcha a un pueblo sus consejeros políticos destituyen al juez como primera medida. Los problemas locales se solucionan con estas tres preguntas: “¿Dónde está el juzgado municipal? ¿Dónde está la oficina del catastro y sus registros? Y ¿Dónde está la cárcel?”. Después queman los documentos judiciales y los registros y liberan a los presos»2. La acción revolucionaria no puede ser más fácil ni más directa, lo difícil viene después, en la segunda parte de la construcción, es decir, de la revolución personal, tal y como lo describe un testigo, Gaston Leval, a quien tuve el honor de conocer: «13 de agosto. En la taberna del pueblo se celebra una asamblea general de los campesinos; es una continuación de la asamblea de ayer y se discute el mismo problema. Un grupo de anarquistas había convocado a los campesinos y proclamado la comuna en Tardienta. Nadie se había opuesto. Pero a la mañana siguiente se habían producido disidencias y algunos campesinos habían ido a ver a Trueba y le habían pedido que resolviera el asunto en su calidad de comisario de guerra.

»Los problemas más importantes son el reparto de tierra y de la cosecha y la organización de la explotación. Casi en todas partes se distribuye entre los campesinos pobres y los labradores las tierras confiscadas a los terratenientes fascistas. Los campesinos y los labradores recogen colectivamente las mieses y las distribuyen en proporción al trabajo que cada uno ha realizado. A veces se toman en cuenta otras normas, por ejemplo el número de bocas. Pero algunos grupos de anarquistas y trotskistas exigen como primer punto la colectivización inmediata de la economía rural; segundo, requisa de la cosecha de los campos de los terratenientes a través de los rurales, y tercero, confiscación de las propiedades de los campesinos medios propietarios de cinco a seis hectáreas. A base de órdenes y amenas ya se han constituido algunas economías colectivas.

»La sala baja de piso de piedra y columnas de madera está atestada de gente. Una lámpara de petróleo humea, la energía eléctrica se reserva para proyectar películas. Penetrante olor a cuero y a fuerte tabaco canario, Trucha inaugura la asamblea con un corto discurso. Declara que esta guerra va dirigida contra los terratenientes fascistas y a favor de la república, por la libertad de los campesinos y por su derecho a realizar la vida y el trabajo como ellos lo consideren justo. Nadie puede imponer su voluntad sobre los campesinos aragoneses. En cuanto a la comuna, sólo los campesinos mismos pueden decidir, sólo ellos y nadie más que ellos. Las tropas y el comisario de guerra como representante de ellas sólo pueden prometer que protegerán a los campesinos contra toda medida dictatorial, venga de donde venga. Satisfacción general. Gritos: “Muy bien!”.

»Se presenta la siguiente moción: que sólo a los campesinos y labradores de Tardienta se les permita participar en esta asamblea. Otra moción: que todos puedan participar, pero que sólo hablen los campesinos.

»Un joven campesino propone que quien lo desee coseche tanto trigo como quiera, a su propio riesgo. Quien arriesgue más, tendrá más. Aplausos de nuevo. Interviene Trueba. Esta propuesta le desagrada: “Somos todos hermanos y no vamos a correr un peligro innecesario por un saco de cereal”. Aconseja cosechar en conjunto los campos situados en la zona de fuego: la columna armada protegerá a los campesinos. El cereal se repartirá de acuerdo con el trabajo realizado y la necesidad. La asamblea aprueba la moción de Trueba.

»Ya son las ocho y pronto se cerrará la asamblea. Sin embargo, un nuevo orador vuelve a sacar de la calma a la reunión. Con palabras apasionadas y emocionadas trata de convencer a los habitantes de Tardienta a que superen su egoísmo y repartan todo en partes iguales. ¿Acaso no es éste el propósito de esta guerra sangrienta? Se debería aprobar de nuevo la resolución de ayer e implantar de inmediato el comunismo libertario. No sólo la tierra de los grandes terratenientes debe confiscarse, sino también la de los labradores ricos y campesinos medios. Gritos, silbidos, insultos, aplausos, exclamaciones: “¡Muy bien!”.

»Todos están cansados. El presidente del sindicato propone someter la propuesta a votación. El primer orador anarquista se opone: ¿acaso puede resolverse un problema de este tipo con una votación? Lo que hace falta es un avance colectivo, un esfuerzo unitario, ímpetu y entusiasmo. En la votación cada uno piensa en sí mismo. La votación revela egoísmo. Los campesinos están confusos, las resonantes palabras les entusiasman. Aunque la mayoría está en contra del orador anarquista, no se logra restablecer el orden para votar. La asamblea rueda por una pendiente. Ahora no hay modo de contenerla. Sin embargo, Trueba encuentra de repente una solución. Propone: ya que por el momento no es posible llegar a un acuerdo, los que quieran cultivar la tierra individualmente, que lo hagan. En cambio, los que prefieran establecer una economía colectiva, deben reunirse aquí mañana a las nueve de la mañana. La solución satisface a todos. Sólo los anarquistas se van descontentos»3.

Texto riquísimo en enseñanzas, que pone de manifiesto lo que es la especie humana y sus diferencias específicas.

1 In Enzensberger, H-M: El corto verano de la anarquía. Ed. Grijalbo, Barcelona, 1972, pp. 203-204.

2 Manuel Benavides: In Enzensberger, H-M cit, pp. 215-216.

3 Michail Koltsov. In Enzensberger, H-M: El corto verano de la anarquía. Ed. Grijalbo, Barcelona, 1972, pp. 219-222.