Presentación de Carlos Díaz - José Manuel Alonso

El 18 de julio de 2013, a las 12, me tocó presentar a Carlos Díaz, que daba una charla sobre «La fundamentación de la dignidad humana» en el aula de verano del Instituto Emmanuel Mounier, en Burgos. Debió de gustarle mi presentación porque me pidió el texto, que yo llevaba garrapateado en unos papelitos. Le dije que se lo daría cuando lo pasara a limpio, y aquí está, con ligeros retoques. Tal vez la rapidez no es lo mío.

¿Por qué estamos aquí? ¿Para qué hemos venido? Después de la intervención de Rogelio Rovira debería quedar claro que no nos hemos reunido aquí solo para hablar de filosofía. Esto no es una universidad de verano. O no debería ser solo eso. Porque la defensa de la dignidad del hombre no son solo palabras.

«Ciencia combativa» (Mounier). No se me ocurre una mejor manera de presentar a Carlos Díaz. Yo le compararía con un minero. Un minero de palabras, de conceptos. Nunca para de trabajar. Siempre que vayas a su casa le encontrarás trabajando. Y fuera de casa, también. Cuenta Félix García que, en una ocasión, participando ambos en una mesa redonda con otros, observó que Carlos, mientras intervenía en el debate, no dejaba de mirar un libro y escribir cosas. Resultó que estaba traduciendo a Hegel (posiblemente los Fundamentos de la Filosofía del Derecho), a la vez que polemizaba con sus compañeros de mesa.

Esta anécdota sugiere que estamos ante alguien que se toma en serio su trabajo, el trabajo del concepto. Los conceptos son importantes. Decía Elie Wiesel, que vio morir a muchos familiares y amigos en los campos de concentración: «Primero nos redujeron a conceptos; después nos redujeron a cenizas».

Ahora está de moda otra vez Hannah Arendt y su denuncia de la banalidad del mal. Carlos Díaz es enemigo de la banalidad, no sabe ser banal, y a veces eso le mete en problemas. Pero él sabe muy bien que la banalidad no es más que un disfraz que esconde una voluntad muy poderosa de abolir la conciencia.

Para Carlos pensar, juzgar y actuar están estrechamente ligados. Carlos piensa mucho, actúa mucho y juzga mucho. A veces, demasiado. Sobre todo lo de juzgar hoy no está muy bien visto. Pero el rechazo a juzgar, a tomar posición, socava hasta los mismos fundamentos de la metafísica. Si decimos «¿Quién soy yo para juzgar?», ya estamos perdidos. Carlos no es así. Juzga, toma posición, con lo que eso implica. A veces se equivoca. Muchas veces. Tal vez haya cometido errores que sus críticos no le perdonarán. Pero ha acertado mucho en cosas grandes, en lo que más importa, y por eso será recordado. Y por eso es un honor presentarle y cederle la palabra.

Carlos, cuando quieras.