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COVID19: Pan: Una fe desnaturalizada se convierte en una fe inutilizada - Francisco Cano

La fe es partir, compartir, repartir, «le reconocieron al partir el pan». Pan que se entrega: «Yo entrego mi vida libremente, por vosotros».

¿A qué viene esta reflexión en este tiempo de confinamiento, de necesidad de pan y de salud? Sencillamente: la fe que explican los evangelios se refiere a dos hechos propios de la condición humana: alimentación y salud. Es evidente que sin pan no hay salud.

La fe en Jesús que nos relatan los evangelios, en muchos casos, no está relacionada con lo que nosotros profesamos en el credo, sino que está relacionada con el pan de cada día y la salud de las personas.

Hay un hecho desconcertante sucedido en un centurión del ejército de ocupación en Galilea; Jesús afirmó que «en ningún israelita había encontrado tanta fe» como la que vio en aquel militar extranjero. Lo más fuerte de todo es que para Jesús, el verdadero creyente es que el que no tenía religión. De ahí que fue al samaritano al que le dijo: «Tu fe te ha salvado» (Lc 17,19). Así que el único que no tenía religión es el que tenía fe. Así se lo dijo Jesús a Jairo: «No temas; ten fe y basta» (Mc 5, 36). En todos los casos citados lo que está en juego no es la fe cristiana (eran judíos, paganos, samaritanos), sino las situaciones de la vida y la fe en Jesús. Pan, salud y sentido, fe en Jesús.

Nuestra pregunta es: ¿De qué nos sirven los adoctrinamientos si no cambian a las personas? Muchos ‘saben’, hasta teología, y no son creyentes; a otros no les ha servido para ser personas más bondadosas, más sinceras, más honradas. La fe evangélica más grande está relacionada con la bondad que no soporta el sufrimiento y la pérdida de un ser humano; la fe está relacionada con el comportamiento básico de una persona. En los casos del evangelio se pone de manifiesto, por una parte, el cariño que se le tenía a una persona, y por otra, la fe en Jesús. Es evidente la relación entre la fe y la curación de las limitaciones y desgracias humanas…

La fe actúa como fuerza mediante lo que representa en la vida fiarse de Jesús, de su forma de pensar y vivir, y pone de manifiesto cuál es el poder de la bondad; y mediante la bondad se recupera la felicidad.

¿Qué salud puede existir sin pan? Pan y salud. Relación entre fe y alimentación que necesitamos para vivir y ser felices.

«La obra que Dios quiere es que tengáis fe en quién Él ha enviado» (Jn 7,37). Lo más genial que tiene el cristianismo es la fe en Jesús. La fe es más dura que el seguimiento. Muchos siguieron a Jesús pero no llegaron a creer de verdad y hasta el fondo en Él. Tanto es así que Jesús les echa en cara a sus discípulos: »¿Todavía no tenéis fe?». Sí, lo tenemos que proclamar con fuerza y claridad: eran un grupo de personas que eran consecuentes con el ‘seguimiento’, pero, al mismo tiempo, eran incoherentes con la fe. No tenían resuelto el exigente problema de la fe tal como Jesús vivió.

La prueba de algodón: el dinero. Jesús sólo les pidió una cosa: que lo abandonaran todo y se fueran a vivir como él: Jesús dice: «quien no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío». Primero se lo dice sin ninguna explicación, más tarde dirá: «pero quien esto hace recibirá en el tiempo presente cien veces más en casas, hermanos, hermanas, tierras, recompensa eterna en el cielo». En el sermón del monte, Jesús insta a sus seguidores a compartir las posesiones que tengan, sean cuales sean, al servicio de los demás, y en no acumular riquezas. Acumular riqueza y creer en Dios son incompatibles. En el episodio del joven rico, lo primero que Jesús le dice es que tiene que renunciar a sus riquezas.

Vayamos a lo concreto: Sí, nosotros, al bautizarnos, fuimos hechos hijos y hermanos; ¿y qué? Pues que formamos una comunidad de hermanos radicalmente iguales, luego no puede estar formada por hermanos desiguales. Las relaciones humanas quedan corrompidas, reducidas a relaciones de dueño-siervo, por causa del haber. Ser hermano y posesión es difícil, porque allí donde cada uno busca tener ya ha dado al traste con la comunidad de hermanos. Quien posee algo tiene que defenderlo, toma una actitud defensiva.

No renunciamos al uso de las cosas creadas que son buenas, sino al apego. Propiedades sí, pero propias, no. Nuestros bienes pertenecen a los pobres. Jesús predica la Verdad, que es Él, con el testimonio de su vida. Si queremos encontrar el sentido de la vida y la esperanza de un futuro verdaderamente humano y con esperanza de futuro para siempre, que eso es encontrar a Dios, no tenemos más remedio que pasar por desprendernos de la riqueza que hemos acumulado, mucha o poca. «Le reconocieron al partir el pan», es decir, al entregar su vida por amor.