COVID19: Lo impuro - Carlos Díaz

En el Código de Hammurabi se dice que, si corre fama sobre la infidelidad de la mujer, ésta, por el amor al marido, debía someterse a la ordalía del agua. Entonces la mujer era arrojada a la corriente del caudaloso Éufrates; si salía con vida era considerada inocente, pero si perecía era tenida por culpable. En otras religiones la ‘prueba de las aguas amargas’ se aplicaba a las mujeres sospechosas de adulterio, no a las que confesaban y declaraban su culpabilidad. No deberíamos olvidar que este Código es el primer conjunto de leyes de la historia, ni que en él se enumeran las leyes recibidas por el dios Marduk para fomentar el bienestar entre las gentes. Qué alivio.

«Una israelita no debe prestar ayuda en el parto de una gentil, porque así ayuda a nacer a un hijo para la idolatría, pero una gentil puede prestar ayuda en el parto de una israelita. Una israelita no puede amamantar al hijo de una gentil, pero la gentil puede amamantar al hijo de una israelita en su propio domicilio»1. Al lado de esto el «ojo por ojo, diente por diente, cardenal por cardenal» resulta infinitamente más puro. No sé por qué tengo yo tanta impureza nacido con la ayuda de una vulgar partera, seguramente poco casta por razón de su mismo oficio.

«El cadáver de un hombre es llamado ‘padre de los padres de la impureza’ porque puede convertir a los objetos que entran en contacto con él en ‘padres de impureza’2. Si unos objetos tocan a un cadáver y estos objetos a otros objetos contraen impureza por siete días. El tercero, sea una persona o un objeto que toca a estos objetos, contrae impureza hasta el amanecer»3. La impureza derivada por algo muerto es de tres clases: la del cadáver humano4, la de reptil muerto5, y la de carroña de otros animales, en donde se subdistinguen: carroña de animales puros6, carroña de animales impuros7 y carroña de aves puras, esto es, permitidas para la comida. Si esto fuera así, qué remedio; pero lo peor es que demasiadas veces se ha tratado a los hombres y mujeres vivos como la peor carroña. En otro lenguaje, pero en un contexto muy cercano, a esto se le denomina madre de todas las batallas, cotidiano justificalotodo. Y aún peor, si cabe, cuando nos tratamos a nosotros mismos como carroñas antes del parto, en el parto, y después del parto.

Desgraciadamente tanta pureza es impura y neurotizante para todo nacido de mujer con concurso de varón. He tenido en mi terapia gente que se lavaba cuarenta veces las manos al día, otros que no agarraban el pomo de las puertas, y vivían aterrorizadas por el contagio. Cuando una persona llega a esos estadios ya no descansa ni se encuentra purificado, ni aunque la metan en una campana pneumática. También para mi desgracia he padecido esa santísima pureza, esa pureza de los malos pensamientos y de apuntar y clasificar los pecados. Ese agobio de tener que contarle a tu director espiritual cualquier sospecha de impureza, ese titubeo, esa absoluta pérdida de autonomía, te inutiliza para la vida. Por si ustedes no lo han vivido, es horrible.

Hoy, por un vuelco total, los hijos del gran Pan nihilista celebran el más allá de lo puro y de lo impuro, así como denostan la inocencia sine labine originale. Sin embargo, de semejante irrealismo sólo les saca un bichito tan pequeño «que si se cae de esta mesa se mata», como dijo aquel celebre Ministro de sanidad de UCD para explicar la pneumonía atípica. Y entonces cunde el pánico, todo el mundo a su mónada, y si es necesario inyectarse pureza en vena porque lo dice Trump, pues a por ello. Así que, llenos de terror por lo impuro, los pobres niños comienzan a circular con sus monopatines por las casas, y al final se encuentran tan a gusto por haber olvidado hasta dar pedales a la bicicleta.

Ah, y cuidado con ese de torva mirada y ese arco superciliar hundido del criminal nato, ese otro te mira mal, no respires a su lado. Vive a distancia, la salvación por la difiducia. Aguanta un poco más, resiste y llegará la pureza quirúrgica, mi querido eunuco. Tú no te metas en nada, un poco más y triunfará en ti la castración más purificadora, y tú en ella.

1 La Mishná. Ed. Sígueme, Salamanca, 1997, pp. 821-822.

2 Ibi, p. 1113.

3 Ibi, p. 1187.

4 Núm, 19-11.

5 Lev 11, 31.

6 Lev 11, 39.

7 Lev 11, 26.