COVID19: Cuestión de sentido - Mariano Álvarez Valenzuela

Si la muerte reclama un sentido a la vida, también es verdad que la vida reclama un sentido a la muerte. ¿No será que muerte y vida se han confabulado en esta crisis para que el hombre despierte al sentido de la vida y la muerte?

Este hombre que está queriendo sobrepasar la verdad, es decir, situarse por encima de ella, y que ha sido deslumbrado por sus ansias infinitas de vivir, ha dejado de lado la otra cara de su vida, que es la muerte. Este hombre que ha apartado de su horizonte existencial la muerte, aunque, por más que quiera, fenomenológicamente no la puede evitar.

¿No será que esta sobreabundancia de muerte que ahora padecemos está reclamando la atención sobre sí para ocupar su centralidad en la vida y en términos de igualdad con esta? ¿No será que la muerte, a través de la fuerza imperativa de su silencio, le está dejando sin palabra y por tanto sin vida?

Si el sentido común fuera el más común de los sentidos, seguro que esta situación no se produciría y la situación sería muy, pero que muy distinta.

Vivimos momentos realmente complicados, de una gran confusión, nos sentimos desbordados por los acontecimientos, junto a una incompetencia en declaraciones institucionales que parecen cargadas de razón pero que, a las pocas horas, son rectificadas. Sí, ruido, mucho ruido, pero pocas referencias sólidas a las que acogernos.

¿Qué nos está pasando? En este punto no tengo por menos que acordarme de esa frase de autor anónimo que dice: «Cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue». Trasladada a la situación actual, se ajusta más esta otra: «Cuando un necio se construye su camino, lo coge y ya nada le detiene, pues los demás nada le importan; su Yo suplanta al Nosotros, característica propia más del necio que del tonto».

Decía Bertrand Russell que «el mundo está lleno de ignorantes completamente seguros de todo y de inteligentes llenos de dudas», y así nos va: entre unos y otros, la casa por barrer. Este es el terreno en el que la superficialidad y la estupidez crecen juntas. En este mismo sentido, otro coetáneo de Bertrand Russell, pero desde el ámbito de la ciencia, Albert Einstein, decía que «en la realidad de la persona existen dos infinitos, el universo y la estupidez». Sí, filosofía y ciencia coincidiendo en lo que a la realidad del hombre actual se refiere.

Pero ¿qué es el sentido? Me refiero a ese sentido que debería ser el verdadero sentido común, que nos pudiese liberar de situaciones como la que ahora padecemos por enésima vez.

Este sentido es precisamente el ‘contra-sentido’ del actual. Debería ser un sentido con tres dimensiones, que le diesen la vuelta a las tres actuales.

Una dimensión espacial que nos haga salir de las coordenadas en las que nos movemos. Que nos haga salir de la unidimensionalidad del yo para pasar a la multidimensionalidad del nosotros.

Una dimensión temporal que rompa este tiempo desintegrado en pasado, presente y futuro en el que pensamos, vivimos y actuamos, para vivir en un tiempo integrado donde todo pasado y todo futuro se unan en un presente vital, en el que nada se pierda.

Una dimensión existencial que rompa con esta existencia de muerte sin resurrección, y por tanto sin sentido, por la que actualmente transitamos. Una dimensión donde la superficialidad y la estupidez no tengan cabida.

Aquí doy por finalizada mi reflexión. Prefiero que usted, querido lector, si lo hasta aquí dicho le resulta sugerente, lo continúe y por supuesto lo comparta, pues la cuestión del sentido exige el compromiso del nosotros, que somos todos.

Además quiero dejar testimonio de lo que mi amigo y maestro Patxi Loidi ha escrito sobre la primera dimensión antes citada. Su vida es un testimonio vivo de sentido. Alguno de los miembros del Instituto Mounier ya lo conocéis. Todo lo que escribe, dice y hace es una muestra de su praxis existencial que cumple con las tres dimensiones antes mencionadas.

Pues hemos de llegar a ser conscientes de que, todo lo mío es nuestro y lo nuestro es mío, para bien y para mal. Tampoco hay nada en mí que sea neutral, como tampoco en el mundo hay nada neutral para mí. Todos somos deudores de todos, hasta el extremo de que sin ellos no seríamos persona. Todas nuestras realidades están entrelazadas. Sí, entrelazadas medularmente y, como ya he dicho, para bien y para mal.

Os dejo con mi amigo Patxi:

NOSOTROS’ es la palabra más bella. El ‘Yo’ excluye. El ‘TÚ’ admite a uno, pero excluye a los demás; solo el eterno no excluye. Y ‘ÉL’ no es una palabra de amor.

NOSOTROS’ somos todos, todos los humanos. nosotros y vosotros, no; nosotros y ellos, tampoco. NOSOTROS’, solo nosotros, todos nosotros.

NOSOTROS’ somos muchísimos y somos uno. Yo soy ‘NOSOTROS’ o no soy. Tú eres ‘NOSOTROS’ o no eres. Él es ‘NOSOTROS’ o no es.

Hubo UNO que se hizo NOSOTROS, el más NOSOTROS de todos los tiempos. Te vaciaste y no quedó nada de ti. Pero quedó todo, florecido en eterna primavera.

Ser ‘NOSOTROS’ es difícil. Hay que quitarse de en medio y hacer sitio a los demás. Me resisto a morir, Señor. Siempre está mi YO en primer plano como una roca enorme en medio de la carretera.

Un día seré ‘NOSOTROS’, cuando haya muerto y me fusione contigo en el infinito embarazo de Dios. ¿Por qué no empezar a serlo desde ahora?

Con tu gracia, sí, sólo con tu gracia, Señor.