COVID19: Del paleolítico al divinítico - Carlos Díaz

Las historias de vida están entretejidas las unas con las otras de tal modo que el relato que cada uno hace o recibe de su propia vida se convierte en el segmento de otros relatos que son los relatos de los otros. Por si alguien creía que podía vivir como el caracol metido en su concha, la pandemia vírica ha tenido que abrirle los ojos. Por mucho que intente retranquearse en su ego, próximas pandemias víricas volverán a sacarle de su imposible aislamiento. La amargura del cinismo no sirve, pues al final también muere. Tantos seguros y reaseguros de vida son como la casa de paja construida con por los cerditos perezosos contra el lobo feroz, porque al final siempre llega el hachazo invisible y homicida. Cerrar los ojos para de este modo no ver al enemigo no ayuda. Bañar todo el cuerpo en oro para ser invulnerable como lo hiciera el rey Midas es otra forma de ahogarse, porque el cuerpo necesita respiraderos. Ciego de remate hay que estar para acumular oscuridad y regalarla a sus hijos como herencia, que el muerto tenga un sucesor que sea como su locum tenens.

Todo lo visible se fragua en la oficina de lo invisible, y quien sólo percibe lo visible arrastra una gran miopía, vive ciego. Allí abajo, en el oscuro fondo de la caverna, sólo los reptiles son compañeros. Y lo peor es que muchos de quienes presumen de ver lo que otros no ven son igualmente ciegos, como lo dijo Blas Pascal, un jansenista duro: «Todos los cuerpos juntos y también todos los espíritus juntos y también todas sus producciones, no merecen el menor gesto de caridad. Esta es de un orden infinitamente más elevado. De todos los cuerpos juntos, no se podría formar ni un pequeño pensamiento: esto es imposible y de otro orden. De todos los cuerpos y espíritus no se podría conseguir un verdadero gesto de caridad; es imposible, y de otro orden, sobrenatural»1. Sólo el amor inteligente ve a su prójimo, porque nuestro prójimo entra por los ojos de la relación de amor. Lo sabe la gente muy bien, aunque actúe a veces en sentido contrario, y si la gente lo sabe cómo no iba a saberlo Kant: «En la especie humana debe sobrevenir alguna experiencia de disposición y de aptitud para ser causa del progreso hacia lo mejor y (dado que éste debe ser el acto de un ser dotado de libertad) para ser su artesano»2. Eso no impide que siga valiendo la antinomia kantiana. Tesis: La causalidad según las leyes de la naturaleza no es la única de la que pueden derivar todos los fenómenos del mundo, en su conjunto. Todavía habrá que admitir, para explicarlos, una causalidad por libertad. Antítesis: No hay libertad. Todo cuanto sucede en el mundo se desarrolla exclusivamente según las leyes de la naturaleza3. Naturaleza y libertad unidas, qué hermosa luminosidad celeste fuere…

Por el momento hoy me siento capaz de seguir picando piedra. «Buscamos como si fuéramos a encontrar y encontramos con la intención de buscar siempre», decía san Agustín. No es verdad que se escriba bajo el dictado de la inspiración: se la encuentra en el extremo de la herramienta. Y como siempre, en cualquier momento, repito con Séneca que «si se me diera la verdad con la condición de que la guardase exclusivamente para mí, la arrojaría». Así que vamos a seguir picando la piedra para poder luego ararla y traducirla en pan bendito regalado. Primero, con el alboreo del homo sapiens, trabajar la piedra, lo difícil (paleolítico); después, arar la tierra, lo fácil (neolítico); finalmente, lo que nos espera regalarnos el pan (divinítico).

1 Pascal, B: Pensées, Ed. Brunschvicg, Sección 12.

2 Kant, E: Der Streit der Fakultäten, Zweite Abteilung, § 5.

3 Kant, E: KrV A 445, B 473.