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COVID19: La vida después de la pandemia - Amando de Miguel

No se le puede quitar mucho hierro al asunto de la pandemia del virus chino y sus consecuencias. En España hemos alcanzado unas tasas de mortalidad descomunales, las más altas del mundo; aunque no es algo que hayan señalado nuestras ‘autoridades sanitarias’ parapetadas tras los atriles.

Lo peor es que, pasado el trago, vamos hacia unas tasas de paro que nunca hemos conocido, por lo elevadas que van a ser. La razón es que nuestra economía descansa sobre el turismo, un sector que se va a ver afectado más que otros. Veremos pronto echar el cierre de cientos de hoteles, miles de restaurantes y decenas de miles de bares y chiringuitos. No digamos las agencias de viajes, las compañías aéreas, los cruceros y otras muchas actividades relacionadas con el turismo. La España costera tendrá que volver a poner en marcha las huertas.

Habrá que excitar la imaginación para vislumbrar las series de actividades que todavía pueden ser rentables, que significan una oportunidad de hacer beneficios para los empresarios listos. Por ejemplo, el diseño, fabricación y montaje de mamparas o pantallas de metacrilato. Se van a utilizar a mansalva en los pocos bares, restaurantes y terrazas que van a subsistir después de la pandemia. Puede ser que se instalen también en muchos centros de enseñanza, en salas de conferencias o reuniones. Nos acostumbraremos a vivir ‘mamparados’.

Se me dirá que la dichosa pandemia se va a superar, aunque solo sea por cansancio o saturación del virus. Es cierto, pero va a quedar en la población un cierto temor a ulteriores contagios por la cercanía o el contacto de los cuerpos humanos. Además, vencido el virus chino, nadie sabe si no puede sobrevenir pronto alguna otra proteína maligna con el mismo espíritu destructivo.

El tiempo de confinamiento de la pandemia nos ha acostumbrado al desarrollo de algunas actividades antes minoritarias. Es el caso del ‘teletrabajo’ o la ‘teleconferencia’, que se extenderán a muchos puestos laborales o de la enseñanza, que antes necesitaban ser presenciales. He ahí otro rubro de actividad empresarial que va a hacer su agosto.

Las circunstancias del confinamiento (realmente ‘arresto domiciliario colectivo’) ha llevado a que se amplíe la compra de muchos productos vía on line y distribución a domicilio. Los supermercados y otras tiendas han descubierto que esa es la forma más cómoda y rentable de vender masivamente sus artículos. Equivale a que las tiendas permanezcan virtualmente abiertas de modo permanente, por lo menos para hacer los pedidos. Adiós, pues, a muchos puestos de cajeros y dependientes de comercio. Bienvenida la creciente flota de transportistas y repartidores.

Nada más triste que la nómina de decenas de miles de españoles que han fallecido a causa del maldito virus chino durante unos pocos meses. Supera con mucho el número de las víctimas mortales del terrorismo durante décadas. Pero nótese que la gran mayoría de los óbitos debidos a la pandemia han sido personas mayores de 70 años. La razón oculta es que tales personas, enfermas como estaban, han tenido poco acceso a las escasas UCI (unidades de cuidados intensivos). El suceso viene a ser una especie de genocidio indirecto, o si se quiere, una sarcástica aplicación de la ley de la eutanasia. Tal mortandad selectiva significa que, de golpe, el Fisco se ahorra una buena cantidad de dinero en pensiones, las que dejan de cobrarse por fallecimiento. Los hijos de los fallecidos heredarán algunos inmuebles con sus correspondientes muebles y vehículos. No hay por qué ocultar esa realidad; supone una radical transformación de las condiciones de vida de muchos hogares. A veces la vida es así de cruel. Y encima las víctimas mortales de la pandemia no han podido ser enterradas, veladas y honradas como Dios manda y las costumbres aconsejan. Mientras los fallecidos iban desapareciendo silenciosamente, algunas televisiones nos obsequiaban con insistentes imágenes de aplausos, fiestas, risas, juegos y otras algazaras. Eso sí que ha sido un gigantesco ‘bulo’ (fake news). Se dice así de la mentira o el disimulo de la verdad a través de los medios de comunicación, además, gracias a la subvención del Estado. Supongo que el nuevo sentido se incorporará al Diccionario de la Real Academia Española.

Para Actualidad Almanzora, 27 de abril de 2020