COVID19: De la discriminación positiva a la devaluación mortal de los ancianos - Luis Ferreiro

Me sorprende que en estas notas no hayan aparecido críticas a la política y al gobierno, cuando hay motivo para un diluvio de improperios, fruto de una indignación que se hace cada vez más difícil de contener.

Lo dejaré para otro momento, pero hay algo que me parece tan escandaloso que callarlo es criminal. Acabo de enterarme de la muerte de 24 ancianos en una residencia cercana a Sevilla. Me sorprende que esto ocurra tan cerca de mí, pero ahora repaso las noticias y caigo en la cuenta de lo que viene de ocurriendo por toda la geografía española. Quienes comparan esta epidemia con una guerra podrían ser más exactos si dijeran que es una guerra contra los ancianos acuartelados al margen de la ciudad.

En una sociedad en la que se ha abusado hasta la saciedad de la discriminación positiva, no solo no ha habido una deferencia con los ancianos, sino que, en medio de esta epidemia, sin el menor pudor, exhibe en público el criterio de privilegiar a las personas de menor edad frente a los más viejos. Esto se ha manifestado con la mayor ingenuidad, como una suerte de candidez que no espera ninguna resistencia ni contradicción, puesto que se da por descontado que, siendo algo tan razonable, todo el mundo asentirá a esa propuesta como a una evidente e incontestable regla moral, ante la cual no cabe el más mínimo disenso.

¿Qué pueden pensar los ancianos que escuchan estos discursos? Seguramente sentirán inseguridad y temor y si viven en asilos probablemente sentirán terror. En cualquier caso, deberían explotar de indignación.

Mientras tanto, por el contrario, esta sociedad se siente aliviada y se felicita porque el coronavirus, esa suerte de agente secreto con licencia para matar, es políticamente correcto, practica la discriminación positiva y no mata a los jóvenes, ¡como debe ser! En el fondo es como si se hubiera adelantado al famoso proyecto de ley de muerte digna.

Confesémoslo: participamos de una mentalidad que devalúa a las personas que acumulan muchos años y las discrimina negativamente. Esa mentalidad es la que nos lleva a no poner el grito en el cielo ante la gran mortandad de personas de edad a la que estamos asistiendo impávida e impíamente.

¡Basta ya! Vuélquense las autoridades y emprendan la mayor atención y dedicación, dispongan los mejores medios, envíen los mejores médicos, y los mejores equipos para frenar la situación aterradora que están padeciendo las residencias de tercera edad.