COVID19: El alma resentida: Max Scheler - Carlos Díaz

«Quien ávido de venganza es arrastrado a la acción; quien odia e infiere un daño al adversario, o le dice ‘su opinión’, o le denigra ante otros; quien trata de adquirir el bien que envidia mediante el crimen y la violencia, no incurre sin embargo en resentimiento. La condición necesaria para que éste surja se da sólo allí donde estos afectos van acompañados por el sentimiento de la impotencia para traducirlos en actividad, y entonces se enconan, ya sea por debilidad corporal o espiritual, ya por temor y pánico a aquel a quien se refieren dichas emociones. El resentimiento queda circunscrito a los siervos y dominados, a los que se arrastran y suplican vanamente contra el aguijón de una autoridad superior. Un impulso violentamente reprimido produce allí una personalidad amargada, envenenada, que transmite el veneno del resentimiento, extraordinariamente contagioso.

El sentimiento de venganza del resentido se convierte en sed de venganza, la cual no se satisface mediante su ejecución en un objeto determinado. El sentimiento de venganza persistentemente insatisfecho puede conducir al agotamiento íntimo y a la muerte, sobre todo allí donde la conciencia de ‘tener razón’ para vengarse (la cual falta, por ejemplo, en el estallido de furor o de cólera) se eleva hasta la idea de un deber. Despertada la sed, se buscan instintivamente (sin un acto voluntario consciente) las ocasiones que puedan dar motivo a un acto de venganza interior; o se introducen falsamente intenciones ofensivas en todos los actos y manifestaciones posibles de los demás, aunque ellos no hubieran pensado en absoluto en ofender. Una susceptibilidad grande es con frecuencia el síntoma de un carácter vengativo: la sed de venganza busca entonces ocasiones para estallar, echa mano de todo lo que parece propio para la venganza. Dicha sed conduce al resentimiento cuanto más reprimida quede la ejecución de la venganza, la cual restablece el sentimiento del propio valer ofendido o del honor ofendido, o da satisfacción del daño sufrido y conduce al resentimiento en mayor medida cuando más reprimida sea también la expresión imaginaria, interna.

Al sentimiento de venganza por impotencia le es esencial la tendencia a una represión y aplazamiento constante, como lo expresa el refrán la venganza se goza mejor en frío. Pero también le es esencial que exista cierta igualdad de nivel entre el ofendido y el ofensor, pues el esclavo que se siente y sabe a sí mismo como un esclavo no experimenta ningún sentimiento de venganza cuando es ofendido por su señor, ni tampoco el criado cuando es reñido, ni el niño cuando recibe una bofetada. En una democracia igualitaria económicamente el resentimiento social será escaso.

A este factor se añade este otro: que el sentimiento de venganza se convierte en resentimiento tanto más cuanto más se transforma en un estado permanente, continuamente “ofensivo”, y sustraído a la voluntad del ofendido, cuanto más es sentida la ofensa como un sino. Entonces, en su existencia y condición, el individuo o el grupo lo sienten como algo que clama venganza. El resentimiento del enano es bien conocido, e igualmente el de la simpleza o imbecilidad de los infranormales. Cuanto más fatal aparezca una opresión social permanente, tantas menos fuerzas podrá desplegar para modificar prácticamente la situación y tanto más se desahogará en meras críticas de todo lo existente, sin fines positivos, provocando mero descontento, puro denigrar y pura negación, oposición sistemática. La crítica resentida se caracteriza por no querer en serio lo que pretende querer; no critica por remediar el mal, sino que utiliza el mal como pretexto para desahogarse. Allí donde se da este horror al poder, en oposición a la voluntad del poder, el resentimiento es el motor de la crítica. A la inversa, para arrancar el diente venenoso a la crítica política de un partido basta con atraerlo a una colaboración positiva en el Estado».

Max Scheler, El resentimiento en la moral. Ed. Caparrós, Madrid.

Conozco por propia experiencia esta realidad del alma resentida. Y este texto me ayuda en estos días a luchar contra ese re-sentimiento. Un abrazo a todos.
Carlos Díaz