COVID19: Yo soy yo y mis vecinos - Agustín Domingo Moratalla

Nada volverá a ser igual en la política, la economía y la sociedad española. Es un tiempo que marcará el inicio de los nuevos años veinte del siglo XXI y en las crónicas de la globalización, habrá un antes y un después de estas semanas. Como es difícil hacer previsiones y pronósticos, es importante que vayamos refrescando la memoria con cuestiones básicas y recordemos que si Ortega y Gasset viviera estos días de moderada reclusión nos diría: “Yo soy yo y mis vecinos”.

Nuestra identidad ahora está marcada por vecinos del barrio, la finca, la urbanización o el pueblo. La prohibición de grupos, aglomeraciones y reuniones no está impidiendo el encuentro entre vecinos. No hace falta medir las distancias porque hablamos con una fruición insospechada desde la escalera, las ventanas o los balcones. Nunca como ahora estábamos tan contentos de tener vecinos y no estar solos. De repente hemos olvidado de las tediosas reuniones de propietarios y el encuentro o simple saludo se ha convertido en una experiencia humanizadora.

Sin llegar a convertirnos en amigos, hemos descubierto que somos mucho más que ciudadanos. Este encuentro entre vecinos siempre ha sido importante en la historia del pensamiento moral y político, recordemos que la amistad cívica de Aristóteles o todo el republicanismo de Cicerón a Vives, no se entendería sin esta experiencia originaria de urbana proximidad, base de civilidad y civismo. Precisamente lo que hoy llamamos capital social o ética civil sería impensable sin este encuentro vecinal. Entre el ámbito familiar y el político hay un tercer e inexplorado territorio que es el ámbito vecinal. Y estos días lo estamos recordando cuando recuperamos el valor distanciado del saludo y transformamos aquella España de las banderas en la España de los balcones y los aplausos a los sanitarios.

Como todo encuentro emocional y luminoso tiene un sorprendente despertar. Descubrimos a miles de ancianos que están solos, a pacientes crónicos que no pueden salir a la farmacia para reponer sus medicinas. Incluso a miles de personas viudas, divorciadas, separadas o solteras que esos días sólo pueden conectarse y apenas si pueden comunicarse. Es tiempo de una reciprocidad básica y originaria que no es la del intercambio mercantil de equivalentes o de la prestación de servicios básicos de justicia. Es una reciprocidad relacional originaria sin la que no tendrían sentido los mercados o los estados. Se mantiene, a pesar de ellos, porque con ella nos nutrimos de cuidado y ayuda mutua, bienes nos mantienen despiertos y lúcidos.

Agustín DOMINGO MORATALLA

Publicado en el blog Marinero en tierra el 22 de marzo de 2020.
http://marineroet.blogspot.com/2020/03/yo-soy-yo-y-mis-vecinos.html