Quien busca la verdad, busca a Dios (Edith Stein) – Francisco Cano

Jesucristo, Rey del Universo

Jesús no afirma su realeza ante Pilato, sino que afirma el auténtico sentido de su realeza: dar testimonio de la verdad.

Testigos de la verdad

Seguir al Rey es seguimiento hacia la cruz, y en ese camino Jesús nos dice que tenemos que ser testigos de la verdad.

Hay una mediación que brota de la lucidez de la fe, es la propuesta de una vida, de una pretensión cristiana. Propuesta que debe ser razonable y humilde. No tenemos respuestas para todo. Creemos los cristianos que debemos dar razón de nuestra fe, y lo hacemos con profunda humildad y perplejidad, porque la verdad no se posee, a la Verdad se la sirve. Es una propuesta veraz, porque el cristianismo se traduce en vida, que es donde se verifica. No somos una élite de perfectos, sino la de los pobres y pequeños que van avanzando con tropiezos, tratando de encarnar la fe, y así nos libramos de ideologías y espiritualismos.

Buscamos la verdad, y quien busca la verdad busca a Dios. Ser hoy creyente es ser una rara avis que se creía extinguida. Hoy tenemos que hablar no tanto de neo-paganismo cuanto de anti-cristianos.

El momento actual no es para la derrota y el “aquí no hay nada que hacer”, sino que es un momento de gracia que nos lanza a los demás y hacia Dios. Pero hay que empezar por una auto- evangelización. Es una falta de honradez pedir a los demás lo que no me he pedido a mí mismo. La mayoría de los que se llaman cristianos, sean esos los que fueren, necesitan una evangelización que lleve a una conversión. Así que la mayor dificultad no es lo que viene de fuera, sino la realidad de dentro, de cada uno y de la Iglesia. Menos discursos del mal que viene de fuera y más mirar el mal que está dentro. No es la mayor dificultad lo que viene de fuera; hay que saber mirar para descubrir a Dios, que nunca nos ha dejado solos.

Yo Soy el que Soy… , dijo Dios: Así dirás: Yo Soy me envía a vosotros. Es el Dios de la Alianza que siempre es fiel: Yo soy el que estoy y estaré siempre con vosotros. Es decir, el Dios único y personal de Israel, el que había estado y que siempre estará presente para actuar en protección de su pueblo. Hoy Dios se revela de la misma forma: Yo estoy eternamente presente junto al hombre; Él es fiel, su fidelidad es eterna para todo aquel que lo busca de corazón.

Volvamos a lo esencial, al centro de la fe, al Único necesario, vivido con pasión y con humildad. Dejemos de echar la culpa a la cultura en la que estamos. Ese no es el problema. El cristiano comienza todos los días su oración por el “yo confieso”, y no por yo acuso. El Acusador es Satán, nosotros en cambio tenemos a uno que no nos acusa sino que intercede ante el Padre, es decir Alguien que habla en favor nuestro (1 Jn 2). Por esto la conciencia de nuestro pecado no debe llevarnos a la desesperación, sino a renovar nuestra fe en Cristo, que se muestra como nuestro abogado.

Hoy todos los cristianos estamos llamados a una conversión que pasa por tomar conciencia de ser reyes, y cuando hablamos de ser reyes estamos diciendo lo que entendemos por misión real: la realeza de Cristo no es de dominio, sino de servicio. Cristo es Señor por ser siervo. Es absurdo quedarse encerrado en el “sí mismo” del dominio. La realeza es la del siervo, siempre hacia los demás. Estamos en misión, en envío, primero hacia adentro (conversión) y hacia fuera. Misión que no es solitaria sino conjunta, porque la perplejidad que se abre al misterio para develarlo siempre se realiza en diálogo, y nunca en monólogo. Sin dejar la misión profética.

Estemos atentos a lo que está por venir, con el deber de interiorizarlo a la luz de la fe, a la luz de las bienaventuranzas, y desde ahí digamos una palabra. Pero es el pueblo quien debe dar el primer paso y cuando digo “pueblo” digo “tú y yo”, es el sensus fidei que reside en el Pueblo de Dios, y no esperar a que sean otros los que den el primer paso. Hay que saber plantarse para saber discernir el trigo de la cizaña (J. Javier Ruiz Serradilla).

Somos mediadores entre los hombres y Dios, y entre Dios y los hombres. Y la primera mediación consiste en bucear a fondo en el misterio de lo humano y en el de todo lo real, sin miedos. Inmersión que debemos hacer con la razón, sin caer en racionalismos. La razón siempre puede dar más, y ese “más” se lo proporciona el misterio como fuente inagotable, que le llama a penetrar más y más en él, porque “es mejor comprender que creer” (san Agustín). Dejemos de estar centrados en nosotros mismos, siempre inclinados hacia dentro y miraremos hacia lo alto porque es la vida de cada uno la que está en juego.

Somos conscientes de que el Rey, a quien servimos, comienza a reinar en un pesebre y reina definitivamente desde la cruz de los malditos, y de que para ser ciudadanos de este Reino tenemos que ser testigos de la verdad y seguir al Rey…, pero no estamos derrotados, ahí reina vestido de majestad, como Señor, vestido y ceñido de poder. ¡Qué paradoja!

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